Los impactos en la salud, como consecuencia del cambio climático, se distribuyen de forma desigual entre los sectores más vulnerables, como los ancianos, los niños y las mujeres embarazadas, que tienen la menor capacidad de adaptación.
Según el informe de la Organización Mundial de la Salud sobre la incidencia de enfermedades en el mundo, los trastornos mentales ocupan el segundo lugar, detrás de las enfermedades cardiovasculares, como la principal causa de morbilidad y mortalidad en función del número de años perdidos debido a enfermedad, discapacidad o muerte precoz.
Sin embargo, a pesar del asombroso número de personas afectadas, se estima que solo 25 por ciento de la población mundial tiene acceso a servicios de salud mental. Más de 40 por ciento de los países no tienen políticas de salud mental, y en la mayoría esta recibe menos de uno por ciento del gasto total en salud.
Hoy en día, el cambio climático genera desastres naturales más frecuentes y devastadores. En situaciones de emergencia como estas, la incidencia de trastornos mentales a menudo se duplica. Por lo tanto, la atención a la salud mental también debería duplicarse, sobre todo en los países más vulnerables, como Filipinas.
Esta situación no debería sorprender, ya que Filipinas es un archipiélago y un país en desarrollo. Según el Índice de riesgo Mundial de 2014, del Instituto Universitario de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y la Seguridad Humana, de los 15 países con el mayor riesgo de desastres, ocho son Estados insulares, incluida Filipinas.