Las medidas de adaptación, en este escenario, son claves para aprovechar las oportunidades. Sus respectivas implementaciones determinarán la sostenibilidad o no de las poblaciones circundantes al nevado y de las que dependen de esta cuenca hidrográfica. En el peor de los casos las poblaciones afectadas tendrán que migrar hacia otros lugares para residir como refugiados climáticos.
por Rodrigo Cabrera y Francisco Meléndez – Generación +1
La cordillera de los Andes es la cadena de montañas que presenta la mayor concentración de glaciares tropicales del mundo. El Perú posee 71% de estos frágiles nevados, aunque el 39% de estos está a punto de desaparecer. Entre 1970 y 2014, la superficie de los mismos se ha reducido en más de 42%, principalmente debido al cambio climático, y se prevé que para el 2030 todos los glaciares tropicales por debajo de los 5,000 m.s.n.m. habrán desaparecido.
Este vertiginoso derretimiento glacial, agudizado por la presencia del cambio climático, acarrea grandes consecuencias para todos. Por un lado, sistemas interdependientes del suministro de agua como agricultura, ganadería y pequeña industria se ven afectados directamente. Las matrices económicas que sostienen a las poblaciones circundantes a los nevados, en consecuencia, padecen considerables disminuciones en cuanto a su productividad. Por otro lado, los sensibles ecosistemas de gran biodiversidad sufren alteraciones poblacionales, ocasionados por migraciones y extinciones progresivas.
En este contexto de desglaciación, existe un importante nevado a dos horas distancia de Huancayo –reconocido por sus dimensiones y su importancia hídrica, ecológica y sociocultural– que no está exento de esta problemática: el nevado Huaytapallana. Lo dicho lo constatamos con el registro del retroceso en su superficie total en un 58,40% (34,50 km2) entre 1970 hasta el 2014.
Las evidencias científicas que tenemos son concretas. Según Altamirano (1), tanto el Proyecto de Adaptación al Impacto del Retroceso Glaciar (PRAA), financiado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Gerencia de Recursos Naturales y Medio Ambiente del Gobierno Regional de Junín, y el Área de Climatología del Observatorio de Huayao en el valle del Mantaro, concluyen que el calentamiento global está acelerando la desglaciación. Ante ello, en 2010, se ha instalado una estación meteorológica a 4670 m.s.n.m. que monitorea este fenómeno.
Ante esto, no podemos de dejar de ver tanto los problemas como las oportunidades. La deglaciación trae consigo, en algunas épocas, una abundancia de aguas y lluvia, lo que afecta la variabilidad climática tradicional del ecosistema y puede traducirse en deslizamientos de tierras, huaycos, pequeñas o medianas avalanchas y erosión del terreno –cultivable o no.
Por otro lado, otros meses del año serán caracterizados por las presencia de sequías. En efecto, el estrés hídrico al que se someten los pobladores de la zona aumentará, pues la inseguridad alimentaria se ve exacerbada y los conflictos por el control del agua tienen a multiplicarse. Asimismo, no podemos decir que son simples los procesos biofísicos que sufre el complejo Huaytapallana, ya que existen eventos climáticos extremos que intervienen. Por ejemplo, el Fenómeno La Niña ayuda en la recuperación de los glaciares, mientras que el Fenómeno El Niño acelera la deglaciación.
Las medidas de adaptación, en este escenario, son claves para aprovechar las oportunidades. Sus respectivas implementaciones determinarán la sostenibilidad o no de las poblaciones circundantes al nevado y de las que dependen de esta cuenca hidrográfica. En el peor de los casos las poblaciones afectadas tendrán que migrar hacia otros lugares para residir como refugiados climáticos. Para no llegar a este escenario –una posibilidad real frente a lo que ocurre en el Huaytapallana– se debe apostar, además de las medidas de mitigación, por proyectos de adaptación que se diferencien por involucrar a todos los actores sociales en la toma de decisiones y por el destino de fondos funcionales para suplir las tangibles pérdidas por efectos de inundaciones, sequías, estrés hídrico, inseguridad alimentaria, conflictos socioambientales, entre otros.
Más aún, la revaloración de técnicas ancestrales toma relevancia. Al respecto, el Proyecto de Adaptación al Impacto del Retroceso Glaciar (PRAA) ha sido diseñado específicamente como un proyecto de adaptación al cambio climático que se ajuste a la realidad de los países andinos. Su principal misión es desarrollar proyectos piloto que involucren el conocimiento local para lograr una adaptación efectiva en aquellas comunidades, ciudades y actividades económicas que son especialmente vulnerables a este problema, y que pueden ser replicados en otras localidades.
Si pensamos en iniciativas de adaptación ya implementadas por los peruanos está la construcción de pequeñas presas o diques, la conservación de zonas de filtración mediante el “mamanteo” que garantizan la continuidad del ciclo hídrico, así como iniciativas de forestación con especies nativas para mantener el agua en las capas superficiales de la tierra y evitar su pérdida. En suma, estas acciones de adaptación recogen conocimientos tradicionales y son importantes si vienen acompañadas de una adecuada gestión de recursos para potenciar soluciones equitativas y viables.
Estamos convencidos que, más que el problema de la desglaciación, el estado de la cuestión del nevado Huaytapallana puede ser traducido, también, como una posibilidad. Para que se convierta en posibilidad es necesario entender su importancia hídrica, ecológica y sociocultural, crear una masa crítica de ciudadanos e instituciones que apuesten por la sostenibilidad en sus renovados estilos de vida y, finalmente, la articulación de normativas y políticas que permitan emprender en iniciativas en la urbe y en el campo. Queda en nosotros, como miembros de la sociedad civil, con el apoyo del Estado y el sector privado poder encontrar soluciones concretas de adaptación en los rubros de eficiencia hídrica y energética, de alimentación y salud. Nuestro contacto con el majestuoso Huaytapallana nos mostró la difícil realidad a la que se enfrentan las comunidades campesinas en la cotidianidad. Si estamos a tiempo de proponer, consensuar e implementar medidas de adaptación, entonces empecemos a mirar lo que nos queda, lo que siempre lo tuvimos y que nunca fueron imprescindibles: los glaciares tropicales.
Bibliografía:
(1) Altamirano Rua, T. . (2014). Refugiados ambientales: cambio climático y migración forzada. Pontificia Universidad Católica del Perú. Fondo Editorial.