Los negociadores internacionales se reúnen en Alemania para avanzar en el redactado del documento que se debe aprobar en diciembre en la Cumbre de París.
Los negociadores internacionales se reúnen de nuevo esta semana en Bonn (del 31 de agosto al 4 de setiembre) en plena recta final de trabajos preparatorios de la Cumbre del Clima que se celebrará del 30 de noviembre al 11 de diciembre en París. Quedan menos de 100 días para la muy esperada 21ª Conferencia de las Partes (COP21) de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMUNCC) y todavía se mantienen muchos cabos sueltos para alcanzar un nuevo acuerdo mundial para la reducción global de las emisiones de gases de efecto invernadero.
El encuentro en Bonn forma parte de un conjunto de rondas de negociaciones, encuentros bilaterales, técnicos, ministeriales y todo tipo de esfuerzos que los diferentes países están realizando para cumplir con la fecha límite, con el fin de llegar a finales de este año un acuerdo para luchar contra el cambio climático.
La Cumbre de París representa el inicio y el fin de diferentes procesos. París es donde se cerrarán tres años del proceso iniciado en Durban que, después del fracaso de la cumbre de Copenhague, ha intentado construir poco a poco un acuerdo global y vinculante para todos los países del mundo, como hemos ido siguiendo a través de las últimas cumbres en Lima y Varsovia. Pero París también representa el inicio de una nueva era, de una nueva forma de diseñar y entender el mundo que ya está empezando: la era sin combustibles fósiles.
Voces a favor de un acuerdo
De forma paralela a las negociaciones oficiales de preparación de la Cumbre de París, durante los últimos meses se han hecho sentir muchas voces reclamando un acuerdo mundial sobre cambio climático. El propio el Papa Francisco a través de su encíclica Laudato si’ ya pedía una sociedad menos consumista y un mundo sin combustibles contaminantes, y a su llamada se ha sumado la Declaración Islámica sobre el Clima, que pide acción para afrontar uno de los retos más importantes de este siglo.
Pero no sólo los grupos religiosos están dando un paso adelante para crear un nuevo paradigma sobre el problema del clima. El pasado 20 de agosto, la canciller alemana Angela Merkel y su homóloga brasileña Dilma Rousseff firmaron un acuerdo para que sus emisiones tiendan a cero; mientras que el presidente francés, Fançois Hollande, declaró recientemente que el 80% de las reservas de combustibles fósiles deben permanecer en el suelo si queremos preservar el planeta, sumándose así a las campañas globales de activistas pidiendo detener las inversiones y extracción de combustibles fósiles.
Siguiendo el requerimiento de Naciones Unidas, 56 estados han presentando sus contribuciones de reducción de emisiones, que representan un 70% de las emisiones globales. Según Christiana Figueres, secretaria ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), «la respuesta demuestra la voluntad de los países de llegar a un acuerdo significativo en París».
Las ONGs, sin embargo, no son tan optimistas, y subrayan la importancia de que todos los componentes del acuerdo que se alcance en París sean ambiciosos, así como la forma de revisarlo. Según opina Martin Kaiser, de Greenpeace, «podemos imaginar esta sesión como un grupo de mecánicos en un depósito: pueden crear un motor muy eficiente o una maquina muy débil. Es vital qué elementos se usan’.
Los elementos del texto negociado
La reunión que se celebra esta semana en Bonn trata precisamente de los diferentes elementos del texto que se debe llevar a discusión y aprobación a Paris, un texto que determinará la fuerza que tendrá el acuerdo final sobre cambio climático. El documento sobre el que se trabaja estos días es uno de los últimos eslabones de un texto que viene construyéndose desde la última COP en Lima; en un proceso de muy diferente a la normal para este tipo de negociaciones.
En lugar de dejar a los co-presidentes de la sesión presentar una propuesta, el texto se ha escrito con las distintas aportaciones de los 196 países, haciendo que sea más transparente y participativo, pero a la vez mucho más lento.
En la sesión de negociaciones del pasado mes de junio, debido a la falta de progreso real en el texto, decidieron que la copresidencia presentara un nuevo texto, y es este el que se discute esta semana en Bonn.
El texto en cuestión consta de tres partes. La primera es el borrador de Acuerdo, la parte más vinculante del texto de París, que incluye las disposiciones más generales y durables en el tiempo. La segunda es el borrador de la Decisión, que es la parte mas detallada del acuerdo de París, con cláusulas de implementación a corto y largo plazo; así como elementos que pueden evolucionar con el tiempo.
Disposiciones todavía pendientes de acuerdo
La última parte es la recopilación del resto de disposiciones sobre la cuales no hay acuerdo, y que deberían moverse a la primera o la segunda parte, configurando una lista muy larga y compleja para tan pocos días de negociación.
Así pues, esta semana las conversaciones en las salas de negociación intentan mover los elementos de una parte del texto a otra, según la importancia que deberían tener y las implicaciones legales que eso tiene para los diferentes miembros.
Uno de los inconvenientes de esta sesión es que los ministros no van a estar presentes. Esto deja las decisiones más importantes para finales de Setiembre en Nueva York, en el contexto de la Asamblea General de las Naciones Unidas, y la última sesión preparatoria pre-París, que será en octubre también en Bonn, donde si que asistirán representantes políticos.
Como dijo recientemente el Secretario General de Naciones Unidas Ban Ki-moon: «Espero que los negociadores y ministros miraran mas allá de sus intereses nacionales’ y aceleraran el proceso hacia un acuerdo efectivo en París».
Este artículo fue originalmente publicado en La Vanguardia.