“Ninguna de las visiones que tiene Costa Rica en este momento son fáciles de lograr. Así como hace 50 años fue complicado lograr esa meta visionaria de país, ahora es lo mismo”.
¿Conocen la hipótesis que dice que una persona y otra, en cualquier parte del mundo, están conectadas por una cadena de solo cinco personas intermediarias? Ok. En Costa Rica esa cadena es como de una.
Vengo de un país pequeño. Vivimos solo cuatro millones y medio de personas. Todos somos primos, hermanos, amigos o colegas de alguien cercano a ese desconocido que está sentado al lado de uno en el bus.
Vengo de un país pequeño que celebró como nunca en la historia de Centroamérica se había celebrado el haber quedado de quinto lugar en el mundial de fútbol Brasil 2014. En serio. Por casi un mes se paralizó el país.
En un país tan pequeño como el mío pasan cosas ¿peculiares? como éstas. No hay ejército, son muy pocas las personas que utilizan escolta, es realmente común encontrarse a ministros, diputados y hasta al presidente en un supermercado comprando el pan.
Y bueno, somos un país tan pequeño que lo que hagamos o dejemos de hacer pasa fácilmente desapercibido por el resto de mundo.
En materia ambiental no. Esa es una de las peculiaridades que nos distingue y que nos hizo darnos a conocer, y en grande, a nivel internacional.
Costa Rica es un país en el que el 52% de la superficie está cubierta de bosques, ha sido pionero en el pago por servicios ambientales, se han invertido más de $400 millones en la protección de ecosistemas, tiene el 4% de la biodiversidad mundial… y podría seguir.
Pero en las últimas décadas nos hemos llenado de serias contradicciones entre lo que se dice y lo que se hace, entre la cara verde y conservacionista que le mostramos al mundo y las decisiones que se toman a lo interno. “Costa Rica es un país rezagado que se jacta de añejas glorias ambientales”, titulaba el diario La Nación en noviembre de este año.
Nuestro discurso de país líder ambientalista y ejemplo a seguir para el mundo se tiñe cada vez más con un color a pasado. Este discurso se nos ha venido cayendo como arena que se cuela por los dedos de la mano.
De 2010 a 2014, pasamos de estar del tercer lugar en el índice de Desempeño Ambiental del Environmental Performance Index (EPI), al puesto 54. Tres razones fueron las responsables de que nos desplomáramos en el ranking que realiza la que la Universidad de Yale: la reducción en la cobertura forestal nacional, el deficiente o mal tratamiento de aguas residuales y la carbonización de la economía.
A cuatro días del inicio de las negociaciones en las que líderes de todo el mundo se sentaran en Lima (es decir, la semana pasada) a buscar un acuerdo global para reducir las emisiones responsables del cambio climático antes de que no haya vuelta atrás, se reactivó un proyecto de construcción y remodelación de una Refinería de petróleo con China valorada en 1,300 millones de dólares.
¿Y la cereza en el pastel? La Contraloría General de la República de Costa Rica cuestionó ya la factibilidad de alcanzar, por el rumbo que estamos siguiendo, la meta y discurso más mercadeado por nuestro gobierno: ser el primer país del planeta en lograr la carbono neutralidad para el 2021.
En una entrevista con 12 periodistas selectos de América Latina le pedí a Christiana Figueres (máxima autoridad de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático), su posición sobre cómo este discurso verde contrasta tanto con estos tres grandes “lunares” en nuestra historia ambiental reciente. A lo que Christiana (tica por cierto, ¿de dónde más podía ser alguien que en plena Conferencia de las Partes haya dicho que “hay que cortar el ayote por la mitad” y que “vamos a pasito tun tun” para explicarse?), contestó:
“Ninguna de las visiones que tiene Costa Rica en este momento son fáciles de lograr. Así como hace 50 años fue complicado lograr esa meta visionaria de país, ahora es lo mismo. Son visiones ambiciosas y no es de sorprenderse que estén siendo cuestionadas. Hay que calibrar muy bien qué es lo que se está haciendo para cumplir con una agenda a corto plazo y qué es lo que hay que hacer al mismo tiempo para cumplir con una agenda de largo plazo que va mucho más allá de un gobierno individual. ¿Cuál es el tipo de sociedad que Costa Rica quiere construir a largo plazo? Esas dos cosas están prácticamente confrontadas una con la otra. El cómo se balancea una con la otra es parte del liderazgo político que debe tener cada país. No es fácil de hacer, si fuera fácil de hacer todo mundo lo estaría haciendo. Que Costa Rica está llamada a tener ese liderazgo a largo plazo y hacer un modelo de desarrollo para América y el mundo… a mi me parece que tenemos ese legado”.
Reitero entonces la pregunta que hizo Christiana: ¿Cuál es el tipo de sociedad que Costa Rica quiere construir a largo plazo?, ¿Cuál es el tipo de sociedad que queremos construir todos a largo plazo? Mi país, ese pequeño punto en el mapamundi en que se celebra el fútbol, en que casi no conocemos la palabra “protocolo” y que hizo historia en materia ambiental, podría volver a hacerla sólo siguiendo una receta: siendo consecuentes.
Todos los países están conscientes de que la ciencia habló y no hay otra salida más que reducir emisiones y adaptarnos al cambio climático que ataca cada vez más violentamente. ¿Será que países como el mío volveremos a dar el ejemplo? ¿Se logrará tener un borrador de acuerdo para finales de la próxima semana? París 2015 es la meta. Por el bien de todos como especie rogamos que los países sean, por fin, consecuentes entre su disposición política con el poco tiempo más que el planeta está dispuesto a darnos para actuar.