Ser colocado al frente de un reto como el cambio climático –en el contexto de la COP20– nos obliga ahora a tornar la mirada hacia adentro. Es un excelente termómetro para medir la cohesión y coherencia política y entender el nivel de interés público, falta de lo cual tenemos evidencia a niveles preocupantes.
Por Iván Lanegra y Philip Reiser – Generación +1
Casi en silencio –para los oídos locales–, el Perú asumió un gran desafío: organizar la Conferencia de las Partes (COP) número 20 de la Convención Marco de las Naciones Unidas frente al Cambio Climático (CMNUCC). Transcurridos los primeros días de la cita global, no hay duda de que en términos de organización, el país ha estado a la altura de las circunstancias. Un gran mérito para el equipo responsable de esta tarea.
El Ministro del Ambiente, Manuel Pulgar-Vidal, ha asumido –en nombre del gobierno peruano – la presidencia de la Conferencia. El Perú la mantendrá hasta el inicio de la COP21 en París, el 2015. Se trata de un rol fundamental. Además de facilitar las difíciles negociaciones, esta posición debe abrir oportunidades para impulsar la agenda nacional frente al cambio climático.
Indudablemente se trata de una oportunidad histórica para el Perú. Más aún cuando la política climática interna ha mostrado avances limitados, e incluso incoherencia interna. El año 2014 ha sido una perfecta muestra de ello. No es en vano que el Climate Action Network le entregó al Perú el «Fósil del Día»– «distinción» que se le otorga al país que más entorpece las negociaciones, o en este caso no actúa según lo que plantea. Esto visto que mientras el Ministerio del Ambiente preparaba al país para recibir la COP20, el Ministerio de Energía y Minas logró implementar medidas con la pretensión de reactivar la economía.
¿Cómo? Flexibilizando las regulaciones de tal manera que se viabilizaran inversiones en el campo de las actividades extractivas, notablemente para la exploración de combustibles fósiles, uno de los principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero. ¿Y porqué resulta esto incoherente? Pues porque sabemos que de las reservas conocidas a nivel mundial sólo podemos quemar el 20% si queremos mantener el calentamiento por debajo de los 2ºC. Buscar nuevas reservas entonces, es la opción que más nos aleja de la solución que necesitamos.
Al mismo tiempo, el gobierno peruano acaba de anunciar que el Perú alcanzaría la meta de un 60% de energía eléctrica limpia dentro de diez años. Un buen compromiso, ciertamente, pero recordemos que si consideramos la matriz energética total (incluido transporte, quema de leña, etc.) este número se reduce a un magro 11%, ocupando el petróleo (el hidrocarburo más contaminante) y GLP el 46% del total.
Otra muestra se encuentra en nuestra propia población. Una encuesta Datum de semanas antes de la COP20 afirma que el 92% de los peruanos y peruanas no ha escuchado hablar del evento, ni conoce de su importancia. Y de ese 8% que sí ha escuchado hablar del evento, el 61% considera que el tema principal es el medio ambiente, 19% piensa que se trata de seguridad ciudadana, y 16% indica que es el cambio climático. Es decir, la gran mayoría tiene un conocimiento superficial del problema el cual congrega a representantes de todo el mundo en Lima.
Y es, qué duda cabe, un tema vital para su presente y futuro. El Perú es regularmente catalogado como uno de los países más vulnerables al cambio climático por lo que está en su evidente y urgente interés el llegar a un acuerdo que permita mitigar emisiones a nivel global, aumentar su capacidad adaptativa y financiar a través del Fondo Verde por el Clima proyectos de desarrollo bajo en carbono, todos objetivos que se está buscando a través de las negociaciones.
No obstante, antes de estrechar el brazo tenemos que dar una profunda mirada a las causas de su vulnerabilidad, que van mucho más allá de su frágil y abundante biodiversidad y su dependencia hídrica costera de los glaciares, ambos los cuales ya están sufriendo cambios inmensos al nivel de calentamiento actual de entre 0.8 y 0.9ºC desde inicios del siglo XX.
Pero la vulnerabilidad, recordemos, nace también a raíz del nivel de desarrollo humano e institucional del país. Son estos los factores que sí se encuentran bajo nuestro control. Es respecto a estos que tenemos la responsabilidad de actuar y de buscar un clima (en todos los sentidos de la palabra) que nos permita seguir evolucionando como país. Y esto comienza por preguntarnos sobre qué tanto conocemos del desafío del cambio climático.
Una encuesta a nivel nacional realizada en el 2009 por la Instituto de Opinión Pública del Perú de la PUCP encontró que 96% de los encuestados considera que «en los últimos 10 años se han producido cambios que han dañado el Medio Ambiente». Cuando se preguntó cuáles eran estos cambios, el 69% contestó que «el clima es inestable» y 51% mencionó que «el verano es más largo». En la misma encuesta, el 89% consideró que la conservación del medio ambiente es «muy importante.» Evidencia contundente que nos dice que el pueblo peruano sabe que el clima está cambiando, sabe que esto está causando daños, y sabe que trabajar para conservarlo es clave. Esto ciertamente no se ve reflejado en la política climática hasta ahora.
Es por ello que queremos resaltar aquí uno de los factores vinculado con la política climática, y con nuestra vulnerabilidad, pero que rara vez es mencionado: el déficit de educación y de conciencia generalizado, pero especialmente notorio en lo que concierne al cambio climático. Los conocimientos que existen para anticipar los cambios previstos y emplear medidas de adaptación efectivas son aún escasos. Existen buenas iniciativas, las cuales se deben fortalecer, pero cada vez más queda claro que se debe hacer mucho más.
La creación de instituciones de investigación y desarrollo de tecnologías para una transformación sostenible es fundamental. La ciencia y la tecnología nos pueden ayudar a entender el problema desde la raíz y desarrollar soluciones bien enfocadas: medidas sencillas, económicas, aplicadas a gran escala, y que puedan también ser buen negocio.
Por otra parte, resulta fundamental fortalecer las instituciones y buscar coherencia a nivel estatal. Necesitamos líderes conscientes de lo que se viene, con vocación de servicio, para que las medidas que se tenga que tomar puedan ser fortalecidas y ejecutadas con eficacia. No es poco desafío, ya que hoy a la histórica debilidad del Estado Peruano hay que sumarle una informalidad debilitante catalizada por actividades lucrativas y destructivas como la minería ilegal y el narcotráfico. La corrupción, que distrae y debilita de los objetivos reales, está presente –en algunos casos de forma muy amplia y profunda– en todos los niveles de gobierno.
Ser colocado al frente de un reto como el cambio climático –en el contexto de la COP20– nos obliga ahora a tornar la mirada hacia adentro. Es un excelente termómetro para medir la cohesión y coherencia política y entender el nivel de interés público, falta de lo cual tenemos evidencia a niveles preocupantes. Considerando esto, debemos reconocer entonces en primera instancia que nuestro nivel de vulnerabilidad no es sólo resultado de los glaciares que desaparecen, pero está en función directa de nuestras capacidades como país, como Estado, ciudades, comunidades, y personas.
Por todo esto no basta con mirar hacia la COP20 y esperar que lleguen las soluciones. Es esencial y urgente reformular la agenda interna y buscar coherencia para superar las contradicciones que nos caracterizan. El objetivo de la COP es que los 195 países participantes logren estabilizar el nivel de carbono atmosférica, el cual aumenta año tras año, y llegar a la carbono neutralidad, pero un resultado a nivel consensuado, internacional resulta cada vez más esquivo. A nivel nacional tenemos que lograr exactamente lo mismo. Tenemos todos los recursos para hacerlo. ¿Será posible construir la voluntad que nos haga pasar a la acción?
A ritmo de emisiones actuales habremos pasado el punto crítico de 2ºC de calentamiento (algunos arguyen que esta meta no es suficientemente ambiciosa) en el año 2035. ¿Seguiremos esperando un acuerdo internacional para actuar? Es hora de entender la gravedad del problema que enfrentamos, ordenar la casa, liderar con el ejemplo e impulsar cambios donde sí tenemos capacidad de toma de decisiones.