Los científicos de la ONU advierten de que el calentamiento amenaza “el bienestar humano y la salud planetaria”. Los expertos reconocen que “el alcance y la magnitud de los impactos” de esta crisis “son mayores de lo estimado” hasta ahora.
Con un ojo puesto todavía en la histórica pandemia y el alma encogida por la guerra abierta en el corazón de Europa, es complicado centrar de nuevo la atención en la crisis climática en la que la humanidad se ha metido a sí misma y al planeta. Pero las alertas sobre este problema que se dejará como legado a las futuras generaciones son cada vez más contundentes y no se refieren solo al mañana, sino también a lo ocurrido ya. “La evidencia científica acumulada es inequívoca: el cambio climático es una amenaza para el bienestar humano y la salud planetaria”. No es un cualquiera quien lo advierte, es la conclusión del grupo de 270 científicos de 67 países que han revisado para la ONU más de 34.000 artículos para sentar las bases sobre los impactos que está provocando ya el calentamiento. Un fenómeno que en estos momentos no se puede revertir y cuyas consecuencias negativas se multiplican debido al modelo de “desarrollo insostenible” actual.
Los expertos del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático) están ahora mismo en un proceso de revisión y actualización de todo el conocimiento científico sobre el calentamiento —la última vez que se hizo fue hace ocho años—. En agosto se publicó el primero de los informes, referido a las bases físicas del cambio climático, y este lunes se difunde la segunda entrega, centrada en los impactos. El análisis concluye que “el cambio climático inducido por el hombre” ha causado ya “impactos adversos generalizados” en la naturaleza y las personas.
Los efectos negativos se aprecian “en todos los sectores y regiones”, aunque los “más vulnerables” se ven mucho más perjudicados. Por ejemplo, entre 3.300 y 3.600 millones de personas —cerca de la mitad de la población mundial— viven ahora en contextos considerados “altamente vulnerables” al cambio climático, ya sea por su ubicación geográfica (por ejemplo, las pequeñas islas del Pacífico en riesgo de desaparecer) o por su mala situación socioeconómica, que hace que padezcan más las consecuencias de los fenómenos meteorológicos extremos. O por la combinación de ambos factores, como explica Marta Rivera-Ferre, especialista en agroecología y una de las autoras del informe. “No todas las personas son igual de vulnerables al cambio climático”, apostilla.
Los expertos del IPCC, una institución creada bajo el paraguas de la ONU en 1988, confiesan ocho años después de la última gran revisión que se quedaron cortos en sus pronósticos: “El alcance y la magnitud de los impactos del cambio climático son mayores de lo estimado en evaluaciones anteriores”. Además, constatan que “algunas pérdidas ya son irreversibles”, como las primeras extinciones de especies que se están produciendo debido al calentamiento. “Otros impactos se acercan a la irreversibilidad», añade el informe en referencia al retroceso de los glaciares, los cambios en los ecosistemas montañosos y la pérdida de permafrost (los suelos permanentemente helados de las regiones árticas).
El informe de agosto supuso un cambio de paradigma, porque no dejó lugar a la duda sobre la responsabilidad inequívoca del ser humano sobre el calentamiento y el incremento de fenómenos meteorológicos adversos. Esta segunda entrega, cuyas conclusiones generales se han pactado en las dos últimas semanas con los representantes de los casi 200 países presentes en las negociaciones climáticas de la ONU, se centra ahora en las zonas rojas de esta crisis y en la adaptación.
El informe final concreta que “los puntos críticos mundiales de alta vulnerabilidad humana se encuentran particularmente en África occidental, central y oriental, Asia meridional, América Central y del Sur, los pequeños Estados insulares en desarrollo y el Ártico”. Esto tiene una terrible traducción numérica: “Entre 2010 y 2020, la mortalidad humana por inundaciones, sequías y tormentas fue 15 veces mayor en las regiones altamente vulnerables, en comparación con las regiones con muy baja vulnerabilidad”.
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