El cambio universal en el clima está acelerando la frecuencia de desastres naturales cada vez más destructivos y, con ellos, se hacen cada vez más masivas las migraciones forzadas. Según calcula la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en los próximos 50 años, entre 250 y 1000 millones de personas perderán sus casas o se verán obligadas a mudarse de territorio por los efectos del cambio climático.
El cambio universal en el clima está acelerando la frecuencia de desastres naturales cada vez más destructivos y, con ellos, se hacen cada vez más masivas las migraciones forzadas. Según calcula la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en los próximos 50 años, entre 250 y 1000 millones de personas perderán sus casas o se verán obligadas a mudarse de territorio por los efectos del cambio climático.
El clima está cambiando, el nivel del mar sigue aumentando, las sequías e inundaciones están poniendo en peligro la producción alimentaria en América Latina. El Centro de Monitoreo sobre los Desplazados Internos (IDMC) contabilizó que solo en el 2013, 22 millones de personas de 119 países del mundo debieron dejar sus hogares por desastres naturales, lo cual representa el triple de las personas movilizadas por violencia y conflictos armados.
Son los países en vías de desarrollo los más vulnerables a las migraciones forzosas y somos los jóvenes y niños los que vamos a vivir en carne propia las peores consecuencias que traerá el cambio en el clima. Es por esto que tenemos una responsabilidad extra de presionar para que se tomen acciones decisivas.
Muchos de los negociadores y líderes políticos que estarán tomando decisiones para llegar a un acuerdo climático durante la COP20 en Lima no estarán acá para ver las consecuencias de sus acciones, pero la gran mayoría de nosotros los jóvenes sí. Las “generaciones del futuro” somos nosotros y ya estamos viviendo en el presente. Es en el presente que se deben tomar acciones que frenen el cambio en el clima. El tiempo se agota.