Nuestra visión es que el Perú, y en general la región Latinoamérica, puedan servir de ejemplo para el mundo, demostrar que reconocemos nuestro altísimo grado de vulnerabilidad y lo traducimos en acción y compromiso.
La primera vez que el Perú se dio el trabajo de publicar, en el 2003, una Estrategia Nacional ante el Cambio Climático (ENCC), el país se trazó 108 metas para hacer frente a este fenómeno global que viene impactando al Perú hace décadas. En esa época la gran prioridad nacional era desarrollar los campos de gas de Camisea (hecho que llevó la generación termoeléctrica a gas del 4% al 45% de la generación eléctrica en unos pocos años) y aprovechar el boom de la minería, con precios que solo subían.
En ese contexto al país no le fue mal a nivel económico, todo lo contrario. ¿Y en cuanto a las metas trazadas en la Estrategia Nacional ante el Cambio Climático? Resulta que terminó cumpliendo el 12% de ellas en los primeros 6 años, ante las evidentes prioridades extractivas, lo cual lo hizo merecedor de un rotundo Desaprobado en gestión de cambio climático.
Desde entonces hemos ido mejorando, digamos de forma tranquila, sin apuros. Hoy la coyuntura ha cambiado y nos permite y obliga a tomarnos el tema (más) en serio.
Hoy el entusiasmo por Camisea no es el mismo de hace 10 años, y la minería, cuando logra mantener con buen ánimo a las comunidades, también se enfrenta a precios difíciles que aún no parecen haber llegado a su punto más bajo. En diciembre fuimos anfitriones de una COP20 que, si bien tuvo poco impacto a nivel de ciudadanía, obligó al gobierno tomar el tema con mayor seriedad que nunca antes.
La tecnología ha avanzado a grandes pasos y nos permite pensar en sistemas prósperos y limpios al mismo tiempo. Las energías renovables, si se retira todos los subsidios, le hacen la pelea a cualquier otra tecnología en muchos sitios, y si se le incluye criterios de rentabilidad socio-ambiental los supera en casi todas partes.
La gran noticia es que hoy, 10 meses y medio después de haber sido flamantes anfitriones de la COP20, se publicó una nueva ENCC que busca enmarcarse en la nueva coyuntura con miras a un acuerdo global por el clima en París. La pregunta es: ¿es suficientemente ambiciosa?
Click aquí para ver el documento ENCC.
La visión que plantea esta ENCC al 2021 (año del bicentenario) es:
“El Perú se adapta a los efectos adversos y aprovecha las oportunidades que impone el cambio climático, sentando las bases para un desarrollo sostenible bajo en carbono.”
Los objetivos (resumidos) son:
Cabe decir que el documento ha mejorado sustancialmente desde su primera versión. Las metas han sido reformuladas, y a nivel gráfico el documento es excepcional.
Sin embargo, parte sobre una premisa que pienso vale la pena considerar:
En el corazón del documento, la Visión 2021 propone “sentar las bases para un desarrollo sostenible bajo en carbono.” Sabemos, hoy, que un mundo “bajo en carbono” no es suficiente para hacerle frente al tamaño del problema que hemos creado. Para tener desarrollo sostenible –entendido como el hecho de que las generaciones futuras no se verán perjudicadas por el mal manejo ambiental de la generación presente– necesitamos, entonces, mayor ambición: sociedades carbono neutrales, o de preferencia carbono negativas (regenerativas). El Perú, con 60% de su territorio cubierto por bosques, debería apuntar a lo segundo.
La ENCC debería reconocer que este es el objetivo real, urgente y necesario, el cual debemos alcanzar como máximo al 2050. No es sólo un tema de semántica. Se trata de trazar una meta clara, concreta, cuantificable y con un tiempo máximo de concreción. Esta meta debe estar acompañada de incentivos fuertes para alcanzarla, entendiendo que esto requiere cambios transformativos en un cortísimo plazo, que nos encaminen hacia ella.
Generación +1 publicó hace unos días una declaratoria (leer aquí) en la cual afirmamos la necesidad de que se reconozca un “objetivo a largo plazo de cero emisiones netas alrededor del 2050 en el nuevo acuerdo climático.” La única forma de que eso se alcance es que TODOS los países se comprometan a lo mismo, incluido el Perú.
Nuestra visión es que el Perú, y en general la región Latinoamérica, puedan servir de ejemplo para el mundo, demostrar que reconocemos nuestro altísimo grado de vulnerabilidad y lo traducimos en acción y compromiso. Costa Rica y Uruguay ya han planteado sus planes hacia la carbono neutralidad, y están demostrando un liderazgo envidiable.
La propuesta de INDC (compromiso de reducción de emisiones y medidas de adaptación) peruana carece de ambición, y a nivel general no plantea ni siquiera reducir las emisiones al 2030 (propone una “estabilización”). Por otro lado, si bien la ENCC es un documento anterior a la INDC, ambos tienen que estar absolutamente compenetrados.
Si queremos lograr cambios verdaderos, necesitamos saber hacia dónde debemos ir. Como dice la celebre frase de Séneca: “No hay viento favorable para el que no sabe a dónde va.”
Hoy hablar de desarrollo bajo en carbono no es suficiente, y genera ambigüedades. Es hora de hablar de carbono neutralidad y de acción regenerativa. De pronto con ideas más claras de la meta podremos revertir nuestro ‘desaprobado’ y sentar las bases para un real “desarrollo sostenible.”