Entre el espesor de la selva amazónica brasileña emerge una estructura metálica blanca y naranja. Es una torre de 325 metros, uno menos que la Eiffel de París, que servirá de laboratorio para estudiar cambios climáticos en este pulmón del mundo.
El Observatorio de Torre Alta de la Amazonia (ATTO por sus siglas en inglés) está en el medio de la reserva ecológica de Uatumá, a unos 350 kilómetros de Manaos (norte del país) al que se llega tras un largo recorrido por carreteras de tierra y navegación por río.
En la zona no hay cobertura para celulares ni internet, solo un horizonte verde de selva sin fin.
En el silencio de este lugar recóndito, alejado de la civilización, se mezcla ese sonido estridente y monótono de las cigarras con el cantar de numerosas aves y el zumbido del resto de los insectos dueños de esas tierras.
«El hecho de estar distante de las ciudades y por lo tanto de la influencia humana garantiza la recolección de datos relativamente no adulterados», explicó Meinrat Andrae, director del instituto alemán Max Planck, que impulsa el proyecto junto al Instituto de Investigaciones de la Amazonia de Brasil (Inpa) y otros centros especializados.