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Desastres climáticos ¿por qué el financiamiento debería importarnos?

En relación con los desastres climáticos, el financiamiento para la adaptación se considera una prioridad por dirigirse a la puesta en marcha de acciones y medidas que buscan reducir la vulnerabilidad actual y futura al cambio climático, lo que también se traduciría en evitar costos mayores.

Por: Jhoanna Cifuentes
¿Qué tienen en común hoy Texas en Estados Unidos, con Nepal, India y Bangladesh?  Puede que no se te venga a la mente una relación directa y clara, pero muy probablemente sí hayas escuchado sobre la devastación que el huracán Harvey ha provocado en el Estado de Texas y allí está la clave.
En los últimos días, mucho se ha hablado sobre el huracán Harvey y las graves afectaciones que ha provocado principalmente en Texas, el Estado con la segunda economía más grande de Estados Unidos (después de California), que hasta la fecha ha dejado una cifra de 60 muertos y más de 40.000 hogares destruidos, según lo informó el diario The New York Times.
Sin embargo, poco se ha destacado una situación similar que paralelamente está sucediendo en el sur de Asia, donde los monzones de verano han provocado precipitaciones récord y graves inundaciones en países como India, Nepal y Bangladesh. Este fenómeno ha dejando a su paso  más de 1.200 muertos y unos 41 millones de afectados, lo que supera significativamente las cifras de Texas.
Además, Houston (Texas) no es la única ciudad importante que ha sido afectada, encontrando que por ejemplo la ciudad de Mumbai (capital financiera de la India), se vio paralizada luego de que el pasado martes lloviera durante 12 horas seguidas.  La cantidad de lluvia registrada en este  evento es similar a la que se ha estimado durante 11 días en un típico monzón, llegando a ser la segunda  mayor cifra (288 mm) sólo después de la cifra récord registrada en esta ciudad el 23 de agosto del año 1997 (346.2 mm).

(Bus tratando de cruzar una carretera inundada en Mumbai (India). Agosto 29 de 2017. Fotografía: Shailesh Andrade)


Más recientemente, el huracán Irma se convirtió en otra de las grandes amenazas llegando a alcanzar el nivel cinco -la máxima categoría en la escala Saffir-Simpson- siendo considerado el más potente que se ha formado en el Atlántico desde que hay registros.
Eventos meteorológicos extremos y cambio climático
Aunque los huracanes, los monzones en Asia y las lluvias torrenciales han sido comunes por mucho tiempo (mucho antes de tener evidencia de la existencia del cambio climático), en los últimos años su intensidad ha aumentado. Esto ha llevado a que algunos científicos tiendan a relacionar este hecho con el aumento de la temperatura media causada por el cambio climático; pero también han resaltado que el cambio climático no es el causante de este tipo de eventos extremos y además, no se apresuran a asegurar que el calentamiento global los vuelva más fuertes.
Sin embargo, encontramos científicos como Kerry Emanuel,  profesor de meteorología del Instituto Tecnológico de Massachusetts,  quién de acuerdo a sus investigaciones se ha atrevido a indicar una posible relación de estos eventos con el cambio climático.
Respecto a los huracanes,  Emanuel explica que la velocidad del viento aumenta por la evaporación del agua de mar, que se produce más rápidamente en condiciones más cálidas, por lo que si las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando, es muy probable que haya huracanes de mayor intensidad en el futuro. El portal The Climate Reality Project resaltó que en el caso del huracán Harvey, la temperatura de la superficie del mar en el Golfo de México estaba entre 1,5 y 4°C por encima del promedio, en relación con una línea de base de 1961 a 1990.
Frente a la relación entre el cambio climático y el aumento de las lluvias extremas (también causantes de inundaciones), se indica que el aumento de la temperatura provoca que más agua se evapore de los cuerpos de agua, lo que genera más vapor de agua en el aire que luego se precipita. En un estudio publicado por la revista Nature Climate Change, los investigadores compararon dos periodos (1960-1979 y 1991-2010) entre los cuales la temperatura media aumentó 0,5 ºC, encontrando que la intensidad de las precipitaciones extremas aumentó un 10% sobre un cuarto del territorio mundial.
Esto podría apoyarse en los datos que el meteorólogo Emanuel registró recientemente en Rockport (Texas), destacando que estas cifras sólo se registraban una vez en 1.800 años -basado en el clima promedio de los últimos 38 años- pero con los datos de los últimos tres años y el aumento de la temperatura, ahora podrían suceder una vez cada 250 años.
Así vemos que, a pesar que los países más pobres están sufriendo en mayor medida los impactos de estos eventos extremos (reflejado en este caso en Nepal y Bangladesh reconocidos como unos de los países más pobres de Asia), es evidente que las afectaciones se sienten en distintos rincones del planeta, sin discriminar ricos de pobres, lo cual puede seguir agravándose si no se toman medidas urgentes.
Esta dinámica compleja y desigual recientemente vinculada al cambio climático cuyos alcances son globales, plantea una serie de problemas cuyas soluciones sobrepasan las posibilidades de cualquier país (o región) de afrontarlos por sí solo. Esto se ve bien reflejado en el hecho de que el Gobernador de Texas acepte la ayuda de México, a pesar de las tensiones que se han generado en los últimos meses entre estos dos países.
Frente a este panorama ¿por qué debería importarnos el financiamiento?
Aunque aún no hay cifras claras del impacto económico que ha ocasionado el huracán Harvey en Texas, se estima la pérdida de decenas de miles de millones de dólares frente a lo cual el gobernador de Texas Greg Abbott, sugirió que el costo de la recuperación podría ser de hasta 180.000 millones de dólares.
En el caso del Sur de Asia, poco se ha hablado de las pérdidas económicas por las actuales inundaciones pero una herramienta desarrollada en el 2015 por el Instituto de Recursos Mundial (WRI, por sus siglas en inglés), muestra a la India como el país cuyo PIB está en mayor riesgo por las inundaciones, con 14.3 mil millones de dólares (USD), cifra que podría aumentar más de 10 veces en 15 años llegando a 154 mil millones de USD. Bangladesh se encuentra en segundo lugar, con 5,4 millones de USD.
Aquí, el financiamiento climático juega un papel clave ya que se refiere al conjunto de recursos económicos que actores públicos y privados, a nivel local e internacional, destinan y utilizan para la mitigación (reducción de Gases de Efecto Invernadero-GEI) y adaptación al cambio climático, fundamentales para hacer posible la transición hacia economías bajas en emisiones y sociedades resilientes al clima.
Sin estos recursos, los países (especialmente los más pobres y vulnerables) difícilmente podrán afrontar los impactos del cambio climático y de los eventos metereológicos extremos, por eso en los últimos años se ha buscado que la asistencia financiera en mayor medida se dirija a que los países desarrollados, dispongan de más recursos para apoyar a aquellos que tienen menos y son más vulnerables.
Es por ello que el financiamiento para la adaptación se considera una prioridad, ya que está encaminado a la puesta en marcha de acciones y medidas que permitan reducir la vulnerabilidad actual y futura al cambio climático, al que le podemos sumar el financiamiento dirigido a la inversión en infraestructura resiliente al clima.
Acceso al financiamiento para la adaptación ¿en qué se ha avanzado?
Durante las Conferencias de Naciones Unidas sobre cambio climático que se realizan anualmente desde el año 1995 (conocidas por la sigla COP-Conferencias de las Partes), entre el 2010 y 2012 los países desarrollados se comprometieron con 30 mil millones de USD, como financiamiento rápido para medidas de mitigación y adaptación, y a movilizar 100 mil millones de USD al año hasta 2020. Como mecanismo de financiamiento, en el 2010 se establece el Fondo Verde Para el Clima (FVC, Green Climate Fund – GCF, por sus siglas en inglés) cuyo objetivo es apoyar proyectos, programas, políticas y otras actividades de las Partes que son países en desarrollo.
Luego entre 2011 y 2012, se negoció el financiamiento a largo plazo y la promesa de los países desarrollados de aportar más de 100 mil millones de USD para el Fondo de Adaptación. Durante la COP20 se hace reconocimiento de los compromisos monetarios adquiridos por 29 países que suman un total de 10.2 mil millones de USD, con lo cual el Fondo Verde para el Clima (FVC) puede entrar en funcionamiento.
En el 2015, durante la COP21 en París referente al financiamiento se establece en el artículo 9 del Acuerdo de París que “[los] países desarrollados deberán proporcionar recursos financieros a países en desarrollo para prestarles asistencia tanto en la mitigación como en la adaptación” además de alentar a otras partes a que presten apoyo de manera voluntaria. Asimismo, se hace énfasis en el apoyo a los países más vulnerables al cambio climático y que tienen limitaciones importantes de capacidad, como los países menos adelantados y los pequeños Estados insulares en desarrollo.
Más recientemente en el año 2016 en el marco de la COP22, los avances frente al financiamiento climático para la adaptación se pueden resumir en: la superación de la meta anual de compromiso para el Fondo de Adaptación con la promesa de los países de aportar más 81 millones de USD y la aprobación por parte del Fondo Verde para el Clima (FVC) de las dos primeras propuestas para la formulación de planes nacionales de adaptación en Liberia (con 2,2 millones de USD) y Nepal (con 2,9 millones de USD).
El gran reto: cerrar las brechas frente al financiamiento 
En la actualidad, las principales brechas que afronta el financiamiento climático son: (1) el financiamiento para la mitigación es mayor que el financiamiento para la adaptación, (2) el financiamiento dirigido a los países en desarrollo es aún insuficiente y, (3) el financiamiento para combustibles fósiles es mayor que el actual financiamiento climático.
Según cifras del informe del PNUMA ‘Reporte de brecha de financiamiento en adaptación 2016’,   los actuales costos en adaptación son de dos a tres veces más grandes que el financiamiento público internacional, lo que se estima que para el 2030 aumente de 6 a 13 veces y para el 2050 de 12 a 22 veces más, por citar sólo algunos datos incluidos en el reporte.  De igual forma, el Comité Permanente de Financiamiento (SCF, por sus siglas en inglés) en su reporte bianual afirmó que entre el 2013 y 2014, el financiamiento para mitigación fue de 70% mientras que para adaptación fue de sólo el 25%.
Para los países en desarrollo el reto es aún mayor, pues además de contar con menos recursos también suelen ser los más vulnerables, por lo que el financiamiento para la adaptación es un tema de especial atención. «En el caso de América Latina y El Caribe, se observa que el financiamiento internacional para mitigación sigue superando el financiamiento para la adaptación, aún cuando la región es altamente vulnerable» afirma Sandra Guzmán, Coordinadora General del Grupo de Financiamiento Climático para América Latina y El Caribe (GFLAC).
Asimismo, diversos estudios han concluido que un tema a observar no es sólo la brecha qué hay sobre financiamiento entre mitigación y adaptación, sino el gran abismo qué hay entre financiamiento climático y financiamiento para combustibles fósiles, reflejado en que la inversión de estos últimos fue de 1.6 billones de dólares anuales mientras que el financiamento climático global fue de apenas 714 mil millones de USD, lo que se traduce en  más del doble de inversión para energía fósil (55.4%)  con respecto al que busca enfrentar el cambio climático. «Esto significa que seguimos invirtiendo mucho en acciones que causan el problema en la región»  resalta Guzmán.
Lo anterior da cuenta de la necesidad de que los gobiernos y demás actores de la sociedad, pongan en marcha estrategias y acciones conjuntas que permitan apalancar recursos públicos y privados que busquen tanto el aumento del financiamiento climático (especialmente para la adaptación), como el que es dirigido a los países en desarrollo.
De igual forma, desde diversos sectores se ha hecho un llamado para que ante la evidencia de que la quema de los combustibles fósiles es la principal causa del cambio climático, el mundo se encamine a la eliminación de los subsidios para el petróleo y el gas y las inversiones en generación de electricidad a partir de combustibles fósiles.

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