Una investigación del CSIC revela que los bosques mediterráneos y los bosques húmedos del norte adoptan diferentes estrategias frente a los fenómenos climáticos extremos derivados del cambio climático.
Los fenómenos climáticos extremos, especialmente las sequías —que serán cada vez más frecuentes y prolongadas a consecuencia del cambio climático— están poniendo en riesgo nuestros bosques. Por eso, saber cómo se comportan los árboles ante los eventos adversos que se derivarán del calentamiento global es fundamental para salvarlos.
Esto es lo que está tratando de averiguar un grupo de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que tiene por objetivo elaborar un mapa a nivel global de los impactos esperados en las masas forestales de todo el mundo. Su primer estudio, centrado en los bosques españoles, ha revelado que las estrategias que están adoptando los árboles de la Península para sobrevivir y adaptarse a la sequías extremas son diferentes.
“Es fundamental evaluar cómo los eventos extremos afectan los cambios en los ciclos de carbono, ya que los bosques incorporan grandes cantidades de CO2 que queda almacenado durante décadas en la madera. Si, tal como indica este trabajo, las especies forestales tienen diferentes capacidades de adaptación al cambio climático, conocer su estrategia frente a los eventos extremos es fundamental para determinar las medidas de gestión forestal que podrían amortiguar estos efectos”, señala a este periódico Antonio Gazol, uno de los autores del estudio publicado en la revista Global Change Biology.
Para su trabajo, los investigadores han seleccionado las cuatro mayores sequías (1986, 1994−1995, 1999 y 2005) acontecidas en España desde 1980 y han estudiado la capacidad de los bosques mediterráneos, por un lado; y de los bosques húmedos del norte, por otro; para volver a su estado natural tras superarlas.
A través de imágenes satélite de los bosques y de la observación de los anillos de crecimiento de los troncos de los árboles, el equipo del CSIC ha podido obtener información en tres aspectos concretos: su capacidad de resistencia —es decir, la diferencia de su crecimiento antes de la sequía y durante la sequía—, su capacidad de recuperación —la diferencia del crecimiento durante la sequía y después de la sequía— y su capacidad de resiliencia —que mide cuál es la diferencia de crecimiento antes y después de la sequía—.
El resultado fue que los bosques mediterráneos de zonas más secas o semiáridas, compuestos principalmente por especies de pino, optaron por una estrategia de muy baja resistencia, reduciendo mucho su crecimiento durante los años de sequía, pero recuperándose rápidamente después. Por el contrario, los bosques húmedos del norte con hayedos, abetales o robledales, mantienen su capacidad de crecimiento durante la sequía, pero se recuperan peor.
“Los resultados presentados en nuestro trabajo sugieren que si las sequías son más severas entonces los bosques que habitan regiones del norte o noreste peninsular podrían tener dificultades para seguir creciendo y podrían darse eventos de mortalidad de árboles. Los bosques mediterráneos de zonas más secas o semiáridas podrían verse más afectados si las sequías son más duraderas, es decir si ocurren durante varios años sucesivos”, explica Gazol.
En cualquier caso, y pese a la gran resiliencia que demuestran los bosques, los hallazgos no son del todo positivos. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), el mayor panel de científicos en este campo, señaló en su último informe que el Mediterráneo será un área susceptible a sequías extremas durante las próximas décadas.