El Gobierno niega que el país sea de los más vulnerables al calentamiento global. Los australianos son cada vez más conscientes de que hay que combatirlo.
Kate Laforest era escéptica respecto al cambio climático hasta que vio los efectos con sus propios ojos. En octubre de 2013, en plena primavera austral, temperaturas de más de 35 grados y vientos de más de 95 kilómetros por hora desataron los peores incendios de la última década en la zona de las Blue Mountains, unos 100 kilómetros al oeste de Sídney. Laforest, camarera en el Royal Hotel de la localidad de Springwood, lo vivió de cerca.
La población de Laforest fue una de las más afectadas por el fuego, que quemó unas 200 viviendas y 118.000 hectáreas en Nueva Gales del Sur. “Afectó a todo el mundo. Los alrededores de Springwood estaban carbonizados. Recuerdo perfectamente que ese fin de semana teníamos una boda y se canceló”, relata Laforest. «En lugar de a los invitados, alojamos a las familias del pueblo que se habían quedado sin casa”, añade.