Lo que se inició como un proyecto de gestión sostenible de los servicios de agua potable -a través de cloración por goteo- se convirtió en un imán de oportunidades que ahora integra a más instituciones bajo un sistema de trabajo ecosistémico, dialogante, de alto involucramiento y de confianza.
por Rodrigo Cabrera Blume – Generación +1
La Comunidad San Pedro de Mosoccallpa se ubica sobre los 3000 m.s.n.m. en el distrito de Tambillo, provincia de Huamanga, Ayacucho. Más conocida como Musoccallpa, la comunidad de la sierra sur peruana es el escenario del proyecto piloto “SABA PLUS” en coordinación con CARE PERÚ y la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación – COSUDE.
La iniciativa busca promover estrategias para mejorar la calidad de los servicios de agua y saneamiento en el ámbito rural, así como contribuir a la institucionalización de la gestión sostenible del agua. Se busca replicar el modelo ya aplicado en los pilotos desarrollados en Cusco y Cajamarca, que han demostrado buenos resultados.
Esto se da en un contexto donde el Perú debe adaptarse al cambio climático teniendo altos niveles de pobreza y desigualdad, especialmente en el sector de agua y saneamiento. En Latinoamérica, el Perú es el país con menor acceso de la población a servicios de agua potable con un déficit 57%, situación que se intensifica en los pueblos más pobres. Musoccallpa era uno de esos casos y su historia de superación merece ser conocida (ver el video anexo).
Hace tres años Musoccallpa era una de las comunidades campesinas más pobres del departamento de Ayacucho. Con menos de 60 familias, la comunidad vivía del cultivo de secano para fines de subsistencia y micro comercio, siendo su principal producto la quinua, cultivo tradicional apreciado por la alta cocina internacional. Además, los pobladores tenían que enfrentar una serie de condiciones nuevas que dificultaban sus subsistencia: temperaturas nunca antes sentidas y sequías inesperadas. En otras palabras, era una de las comunidades más vulnerables a crisis de salud, comercio y ante los efectos adversos del cambio climático. En el marco de las causas de su vulnerabilidad, probablemente, el vacío mayúsculo fue la ausencia de un sistema eficiente de gestión y reserva de agua, especialmente de agua potable.
Según ONU-Agua, el agua es el principal medio a través del cual el cambio climático afecta a los ecosistemas de la Tierra y, por tanto, a la vida y al bienestar de las personas.
En este sentido, la buena gestión del agua de una comunidad es un indicador clave en proyectos de desarrollo porque implica compartir, consumir y administrar el agua de manera racional, lo cual aumento su capacidad de adaptación al cambio climático. En esta línea, IUCN recomienda empoderar a las comunidades, autoridades y comités locales de gestión de agua, enfocado en fortalecer las capacidades de los tomadores de decisión. Musoccallpa apostó por esta línea de trabajo que fue, más que un enfoque, una visión de liderazgo colectivo que trajo cambios sustantivos en el estilo de vida de las personas.
Así nace el programa SABA PLUS, en el cual la Dirección Regional de Vivienda Construcción y Saneamiento de Ayacucho, junto con CARE PERÚ y COSUDE, impulsan el trabajo con diferentes actores en temas de saneamiento básico rural. Los resultados en Musoccallpa: 56 familias beneficiarias con mayores ingresos anuales, empoderadas en manejo hídrico y que conocen las relaciones entre agua y saneamiento, salud pública, salud infantil, sistemas de cultivo y vivienda. Actualmente, la comunidad cuenta con un reservorio comunal de captación de lluvias, baños con arrastre hidráulico, lavaderos, micro rellenos sanitarios, alacenas y refrigeradoras ecológicas. Además se han creado biohuertos instalados por los propios pobladores, para su autoconsumo.
Lo que se inició como un proyecto de gestión sostenible de los servicios de agua potable -a través de cloración por goteo- se convirtió en un imán de oportunidades que ahora integra a más instituciones bajo un sistema de trabajo ecosistémico, dialogante, de alto involucramiento y de confianza. Asimismo, el proyecto fue una especie de “promotor” de otros temas importantes relacionados el cambio climático, por ejemplo, la salud pública. Se han realizado actividades de salud y limpieza, un control -de manera cuantificada y específica- sobre la cantidad de niños saludables o desnutridos y, también, de madres embarazadas.
Hoy en día, el salón comunal anuncia la visión de la comunidad hacia el 2017: “familias con acceso a una buena educación y salud, libres de violencia, con niños sanos y nutridos; con buenos ingresos económicos, donde las viviendas estén ordenadas y limpias, que tengan servicios básicos completos”. Es claro que la visión no se podría alcanzar sin un buen manejo de agua que permita la supervivencia de la población y una producción económica sostenida, así como el aumento de la resiliencia ante desafíos como el cambio climático, la desertificación y la degradación de suelos.
En cierta medida, la historia de Musoccallpa no es más que un reflejo de lo que pasa en los proyectos de desarrollo en zonas rurales de algunas regiones, provincias y países latinoamericanos. De ellos aprendemos que se debe diseñar proyectos que integren el liderazgo de actores en diferentes niveles, que tengan una visión en común, un claro know how para operar, aspiraciones a lograr cambios a mediano y largo plazo, capacidad de integrar otras iniciativas de desarrollo y pensamiento sistémico que respete la diferencias culturales.
En síntesis, el enfoque busca fortalecer y acelerar procesos de institucionalización, de generar plataformas de trabajo con nuevas herramientas técnicas, para el beneficio de las personas. Esta buena experiencia de adaptación al cambio climático es una de muchas que, una vez más, nos indica que los desafíos globales que enfrentamos nos exigen cambiar el lente con el cual leemos el mundo, reconocer nuestras vulnerabilidades, fortalecer comunidades y prepararnos para un mundo cambiante.