La producción de café robusta ha mostrado ser rentable dada su alta productividad, bajos costos de producción y alto potencial para mejorar la prosperidad económica de los productores.
La variedad de café «robusta», que empieza a expandirse en los campos de Nicaragua, es la apuesta -no exenta de polémica- con que el país busca hacer frente a los embates del cambio climático y mejorar la rentabilidad de su producción cafetera.
El gobierno autorizó hace dos meses la siembra de este tipo de café en la zona del Pacífico pero sin abandonar la dominante variedad arábiga, de la que se obtiene granos de más calidad y mejor precio, aunque es poco resistente a las plagas.
El café, principal rubro de exportación de Nicaragua, ocupa 140.000 hectáreas, en 2015 dejó ingresos por 400 millones de dólares y genera 100.000 puestos en temporada regular y 300.000 en época de corte.
La intensa sequía que golpeó a Centroamérica en los últimos dos años exacerbó una plaga de roya que afectó a la mayoría de plantaciones cafeteras, provocando la ruina de cientos de pequeños caficultores y dejando sin empleo a miles de jornaleros.
La variedad robusta, aunque cotizado a precios menores en el mercado internacional, tiene el atractivo de ser una planta más resistente a plagas como la roya y de dar mayor rendimiento productivo, por lo que compensa con volumen su precio más bajo, según los expertos.
Este grano de sabor ácido y amargo es usado por la industria para hacer mezclas, principalmente para los cafés instantáneos.
El gobierno autorizó la siembra de café robusta hace cinco años en tierras bajas de la región del Caribe, con un plan inicial de 28.000 hectáreas y en diciembre de 2016 aprobó un plan para extenderla a la zona del Pacífico en 3.500 hectáreas.