Los 200 países que participan en las negociaciones sobre el clima han desarrollado las reglas para combatir un calentamiento que ya no se puede revertir, sino solo aminorar.
Los casi 200 países que forman parte de la Convención Marco de la ONU de Cambio Climático —prácticamente todos los Estados del mundo— discuten desde hace 25 años cómo atajar un problema que ya ha hipotecado a las futuras generaciones que habitarán el planeta: el calentamiento global. Se han celebrado 24 cumbres (normalmente anuales) como la que acabó la noche del sábado en Katowice (Polonia), pero hubo que esperar a la de 2015 para cerrar un pacto que involucrara a todos los países en la lucha contra ese calentamiento: el Acuerdo de París.
“En París inventamos el fútbol, ahora necesitamos crear las reglas”, suele explicar Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, que esta semana ha estado en Katowice. Con el pacto de París se creó el marco general (que incluye los objetivos y marca las vías para intentar conseguirlos), pero faltaba el desarrollo técnico, que debe completarse antes de 2020, cuando caduca el Protocolo de Kioto y entra en funcionamiento el Acuerdo de París.
Normas de aplicación
Ese reglamento es lo que, en su mayoría, se ha logrado aprobar en la cumbre de Katowice: un complejo documento de casi 120 páginas que contiene las reglas de transparencia, financiación, adaptación y recortes de emisiones de gases de efecto invernadero para que funcione el Acuerdo de París.
Estas reglas fijan, por ejemplo, la forma en la que cada país tiene que notificar sus planes de recorte, qué tipos de gases se deben combatir, los plazos en los que se revisarán los compromisos nacionales contra el calentamiento y cómo se hará o el seguimiento de las promesas de financiación. El Acuerdo de París ya recogía el objetivo de que a partir de 2020 los países más ricos contribuyan a un fondo de 100.000 millones de dólares para ayudar a los Estados con menos recursos a adaptarse a los impactos del cambio climático. Ahora también se incluyen normas para hacer el seguimiento de ese compromiso.
¿Éxito o fracaso?
Según desde dónde se mire, la cumbre de Katowice se puede considerar un éxito o un fracaso. Los países no han cerrado un pacto político ambicioso que inste a acometer recortes drásticos de las emisiones; pero si solo se considera el apartado más técnico (el desarrollo de las reglas), la mayoría de los objetivos se han alcanzado. Sin embargo, una parte —la referida a los mercados de emisiones— se ha dejado para la siguiente cumbre, en Chile, por falta de consenso. Todos los pactos en estas citas deben aprobarse por unanimidad; cualquier país puede bloquear la adopción de un acuerdo. La aplicación completa de París supondrá una transformación de la economía mundial y dejar de lado los combustibles fósiles, responsables de la inmensa mayoría de gases que calientan el planeta. Por eso, muchos países que dependen de esos combustibles suelen torpedear las cumbres.
A esto se une la desaparición de la mayoría de los líderes que en 2015 se aliaron para cerrar el Acuerdo de París y la irrupción de personajes como Donald Trump, que rechazan el multilateralismo. También pesa el temor entre algunos líderes europeos a que las medidas de protección medioambiental puedan despertar protestas como las de los chalecos amarillos en Francia, un país muy activo en anteriores cumbres pero que ha estado desaparecido en esta. Por todo ello, Teresa Ribera, la ministra española para la Transición Ecológica, destaca como un éxito que en Katowice todos los países hayan acordado las reglas del pacto de París.
Señales alarmantes
Pese a ese éxito en el desarrollo de París, el problema ahora es la velocidad con la que se debe actuar. Estas más de dos interminables décadas de negociaciones (en las que las emisiones mundiales han seguido creciendo año a año) han servido para que desde el ámbito científico se constate un fracaso: la acumulación en la atmósfera de esos gases es tal que ahora no se puede revertir el calentamiento, solo dejarlo dentro de unos límites manejables. Eso significa, según el Acuerdo de París, que el incremento medio de la temperatura no supere los dos grados e intentar que incluso se quede en 1,5 respecto a los niveles preindustriales.