Pueden ayudar a cumplir los compromisos del Acuerdo de París. Fotosíntesis artificial o la conversión del CO2 en etanol son algunas iniciativas.
El año 2016 ha supuesto un antes y un después en la lucha contra el cambio climático. El Acuerdo de París, firmado en diciembre de 2015 por unos 200 países y la Unión Europea, entró en vigor el año pasado para poner en marcha los compromisos más ambiciosos hasta la época.
Para cumplir uno de sus objetivos, el de las reducción mundial de emisiones de CO2, un elemento clave son las energías renovables. Y aunque a nivel internacional el precio de las instalaciones solares sigue bajando, la inversión en estas energías aumenta y por fin está en marcha la energía eólica marina en Estados Unidos, las tecnologías renovables disponibles en la actualidad no pueden satisfacer toda la demanda energética mundial.
Sin embargo, 2016 también ha sido clave en el desarrollo de las renovables, ya que la ciencia ha considerado sus limitaciones y la necesidad de un almacenamiento más barato de las mismas y sistemas más eficaces para capturar los gases del efecto invernadero. La revista oficial del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) se ha hecho eco de los avances más importantes del 2016.
1. Crear ‘gasolina’ con fotosíntesis artificial
El proceso para sustituir la gasolina y combustibles de los medios de transporte sigue siendo lento y los automóviles eléctricos no han terminado de instaurarse en la sociedad.
Existe, sin embargo, la posibilidad de crear un combustible líquido parecido a la gasolina a partir de la fotosíntesis artificial, que imita el método de la naturaleza para convertir la luz solar, el dióxido de carbono y el agua en combustible.
Para ello, científicos de la Universidad de Harvard (EE.UU.) han desarrollado en 2016 una “hoja biónica” (así la llaman) capaz de captar y convertir el 10% de la energía de la luz solar, con un rendimiento 10 veces mayor que la fotosíntesis de una planta normal.
Se trata de un sistema de catalizadores fabricados con una aleación de cobalto y fósforo que divide el agua en hidrógeno y oxígeno. Luego, unas bacterias modificadas genéticamente se encargan de convertir ambos en combustible líquido.
El propio Instituto Tecnológico de Massachusetts anunció la pasada primavera un importante avance para superar los límites actuales de la energía fotovoltaica convencional empleada por los paneles solares. Lo que éstos hacen es absorver la energía de una parte del espectro de colores de la luz solar, principalmente el espectro de luz visible desde la violeta hasta la roja.
El MIT ha ido más allá, incorporando un componente intermediario hecho de nanotubos de carbono y cristales nanofotónicos que, como si fueran un embudo, capturan la energía de todo el espectro de colores, incluidas las ondas de luz invisibles ultravioletas e infrarrojas y las convierten en energía térmica.
De seguir avanzando en esta línea de investigación, los científicos esperan romper en un futuro el límite teórico de la eficiencia en torno al 30% para las células solares convencionales, llegando a aprovechar, en teoría, el 80% de estas células.
Aunque consideran que aún es una fase muy inicial, el proceso, al estar impulsado por el calor, podría seguir trabajando incluso cuando el sol se oculte, solventando así uno de los principales límites de la energía solar: las intermitencias.
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