EFEverde viajó a una de las zonas más sensibles al calentamiento global, nada menos que el tercer país más afectado por sus consecuencias: Perú.
Apenas ha comenzado la época de lluvias en la Amazonía peruana y mientras los líderes mundiales discuten hasta la última coma del acuerdo global de lucha contra el cambio climático que debe adoptarse en un año, el agua discurre con fuerza destructora por las venas hídricas del pulmón del planeta.
La cordillera Escalera, al noroeste de la amazonía andina peruana, es la esponja de agua dulce de la región de San Martín, y de gran parte de la población de un país de más de treinta millones de personas, la mayoría de las cuales viven en una costa desértica.
Y el aspecto que presenta a mediados de diciembre coincide con lo que prestigiosos científicos, como Emanuel Gloor de la Universidad de Leeds, describían en un artículo publicado en Nature el pasado febrero: adelanto de la temporada de lluvia, cataratas cargadas de agua colmando riachuelos que inundan caminos y campos, y barro por todas partes.