(Foto: Sebastian Scholl)
Están llevando la batuta pero tienen que obtener recursos e influir en toma de decisiones.
“¡No hay planeta B! ¡Cambien la política, no el clima!”, arengaban con todas sus fuerzas los manifestantes del mundo el viernes pasado. Ese día, los jóvenes salieron por segunda vez a exigirles a los políticos y líderes empresariales actuar con eficacia y rapidez para frenar las emisiones de gases de efecto invernadero. La primera Marcha Global por el Clima se había llevado a cabo en marzo de este año, fecha en la que participaron jóvenes de 1.800 ciudades.
“Si no actuamos ahora, pronto alcanzaremos puntos de inflexión cruciales en nuestro sistema climático, lo que significa que después de eso ya no habrá salida”, afirmó Helena Marschall de 16 años, quien fue una de las organizadoras de la segunda movilización.
Junto con Marschall sale a relucir la figura de Greta Thunberg, quien, con la misma edad, es una de las activistas suecas más reconocidas e influyentes en temas ambientales. En un video para Unicef, Thunberg afirmó: “Desearía que actuáramos como si nuestra propia casa estuviera ardiendo en llamas”.
Los jóvenes están tomando la batuta de las decisiones en los temas ambientales, pero para lograr un impacto real saben que deben ir más allá de las calles: tienen que obtener recursos e influir en la toma de decisiones locales y nacionales.
Por eso, en Holanda miembros del grupo ambientalista Extinction Rebellion bloquearon el acceso al Norges Bank, cuya riqueza es de un billón de dólares, la más grande del mundo entre este tipo de entidades. Ellos exigían que el banco tomara medidas más eficaces contra el cambio climático.
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