Las regiones aptas para sembrar cafetales se podrían reducir hasta un 50% a nivel global en los próximos 30 años. Colombia, tercer productor del mundo, busca mantenerse un paso por delante, mientras se exploran nuevas latitudes más propicias donde cultivar, como Argentina.
El café es un cultivo caprichoso. Solamente se puede producir en una franja particular del planeta, entre los trópicos y a determinadas alturas sobre el nivel del mar, donde los patrones de temperatura y humedad facilitan su maduración. Sin embargo, el cambio climático amenaza ese fino equilibrio y dibuja nuevos horizontes en cuanto a la forma y lugares de producción de una de la materias primas que más dinero mueve en el mundo.
Recientemente, un nuevo estudio encendió las alarmas de los cafeteros del mundo. Un grupo de investigadores de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Zúrich analizó la viabilidad futura del cultivo de café -junto con el de anacardo y aguacate- basándose en un conjunto de 14 modelos climáticos, además de otros factores como cambios en el PH y textura de la tierra a raíz de patrones de lluvia alterados. La conclusión más llamativa de la investigación es que las regiones aptas para sembrar cafetales se podrían reducir hasta un 50% a nivel global en los próximos 30 años. Esta tendencia, asegura el análisis, será consecuencia de un aumento de la temperatura media en los principales países productores, como Brasil, Vietnam, Colombia o Indonesia. Sin embargo, este mismo incremento podría significar también que ciertas zonas, en las que hasta ahora no se daban las condiciones, serán capaces de sostener plantaciones en el futuro cercano.
Por lo tanto, los ojos de los caficultores ya están puestos en adaptarse a ese porvenir que, a todas luces, será hostil. En Colombia, tradicional país cafetero y tercer productor mundial, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Centro Nacional de Investigaciones de Café (Cenicafé) lleva desde 1938 trabajando por fortalecer los cafetales del país. Ante este nuevo panorama climático, su trabajo se ha intensificado. Al mismo tiempo, varias latitudes más al sur, en Argentina, donde los granos siempre se han importado, están empezando a crecer tímidamente algunas plantaciones.
La búsqueda de nuevas tierras para el café no es nada nuevo. A pesar de ser un cultivo originario de las montañas de Etiopía, desde inicios del siglo XX el eje cafetero colombiano se estableció como el paraíso de los cafetales, pues en las tierras de los departamentos que lo componen –Quindío, Risaralda y Caldas– se cumplen las condiciones ideales: alturas de entre 1.200 y 1.800 metros sobre el nivel del mar, temperaturas entre los 17º y 23 °C, y precipitaciones cercanas a los 2.000 milímetros anuales. No obstante, ante una demanda siempre creciente, los caficultores colombianos, que en un 96% son pequeños productores, han ido desplazando la frontera de la altura a lo largo de las décadas, cuidando sus cultivos para que prosperen en las pronunciadas laderas andinas. Con el calentamiento global esta tendencia podría intensificarse, ya que la alta montaña tropical podría pasar a ser un entorno óptimo para los cafetos.
Los agricultores que ya están dando ese paso reciben la ayuda de la Federación Nacional de Cafeteros, la patronal que también está detrás de la reconocida marca Juan Valdez. Miles de funcionarios, agrónomos en su mayoría, asistena los productores a través de asesoramiento y orientación a lo largo del proceso productivo, desde la siembra hasta el secado, almacenamiento y venta del grano. Dionisio Alejandro Cadena es uno de ellos y lidera un equipo en Cundinamarca, un departamento en el centro del país, donde está la capital, Bogotá, zona de creciente interés para los caficultores. “Aquí los cultivos empiezan desde los 1.400 metros, más o menos (…). Pero recientemente las nuevas plantaciones están ubicándose incluso por encima de los 2.000 metros, aunque en teoría no son las condiciones perfectas”, comenta Cadena, una tendencia, según este experto, ligada a un cálculo económico más inmediato basado en los altos precios recientes del grano de café para exportación, más que a las previsiones climáticas a largo plazo.
No obstante, en ese contexto de escarpados y tupidos valles verdes, entre los que en ocasiones incluso se asientan las nubes y se puede hacer difícil respirar, sembrar café es todavía un reto a día de hoy. Tiene que ver principalmente con la temperatura: a mayor altura el clima es más fresco y el desarrollo de las plantas es más lento. También hay más riesgo de heladas, gran enemigo de los cafetales, que hace unos años destruyó una enorme parte de la cosecha de Brasil, de lejos el primer productor mundial, lo cual aumentó los precios globales notablemente. Asimismo, los rayos del sol son muy potentes a esa altura, por lo cual pueden afectar negativamente a las hojas. Aun así, en gran parte gracias a la asistencia de Cadena y su equipo, los nuevos proyectos en la zona están siendo exitosos.
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