En el segundo mayor bioma del país, programas de agricultura con baja emisión de carbono incentivan a 13 mil trabajadores rurales a adoptar técnicas sustentables.
¿Sabías que un cuarto de las emisiones de gases de efecto invernadero provienen de la agricultura, la silvicultura y del cambio de uso de la tierra? ¿Que para 2050 será necesario alimentar a 10 mil millones de personas en todo el mundo? ¿Y que los cambios en el clima pueden traer una disminución en las cosechas?
Estos son efectos que el productor rural Olicio Carlos de Araújo, de Bahía (noreste brasileño), ya siente en el campo. «Últimamente hemos perdido mucho con la sequía por falta de buenas técnicas agrícolas. Aquí, la actividad pecuaria es intensa, pero sufrió por la falta de lluvia», recuerda. Sus tierras están en el Cerrado, el segundo mayor bioma de Brasil, que ya perdió la mitad de su cobertura forestal, en un proceso impulsado por la agricultura y la ganadería predatorias.
Afortunadamente, él y otros 13.000 trabajadores rurales en la actualidad logran acceder a técnicas agrícolas de bajo carbono, capaces de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y aumentar la productividad. Una de ellas es la recuperación de pastos, que renuevan la capacidad productiva del suelo degradado, evitando la apertura de nuevas áreas. Otra es la integración cultivo-pecuaria-bosque, que favorece el control de plagas y la adecuación a la legislación ambiental brasileña.
También se utiliza la tecnología de bosques plantados, que consiste en la siembra de árboles comerciales de rápido crecimiento y alta capacidad de fijación de carbono, como pinos y eucaliptos. Ellos pueden servir tanto para la industria de muebles como para la producción de energía y celulosa. Finalmente, se desarrolla un sistema de siembra directa, en el cual el agricultor evita labrar el suelo y lo deja protegido por una cobertura de paja, lo que evita la erosión.
En Brasil, los agricultores de ocho estados aprenden estas técnicas a través del ABC Cerrado, una iniciativa que une el Programa de Inversión Forestal – FIP (gestionado por el Banco Mundial), el Ministerio de Agricultura, Pecuaria y Abastecimiento, la Embrapa y el Servicio Nacional de Aprendizaje Rural (Senar). El programa brinda capacitaciones y asistencia técnica desde 2015.
«Además de las ganancias ambientales y climáticas, las tecnologías apoyadas por el Proyecto ABC Cerrado traen ventajas económicas para los productores rurales. Esta combinación es fundamental para estimular el interés. Para cada dólar invertido en asistencia técnica, los productores aportaron en promedio ocho dólares en la adopción de las tecnologías. Solo lo hicieron porque sabían que eran eficaces», comenta Barbara Farinelli, especialista en sector agrícola del Banco Mundial y cogestora del proyecto.
El productor Geraldo Nunes, de Maranhão (noreste brasileño), está entre los que ya comprobaron los beneficios de las técnicas de baja emisión de carbono. En su propiedad, el pasto de mejor calidad aumentó la fertilidad de las vacas.
«Hoy, conseguimos tener un índice del 51% de primíparas (animales que van a parir por primera vez). Antes, el máximo al que llegábamos era un 40% con inseminación», cuenta. Añade que gracias a una plantación de maíz en la propiedad, han logrado reducir el costo de la ración en más de un 50%, con lo que el ganado puede comer más y engordar más rápido.
El ABC Cerrado ayuda a Brasil a cumplir una de sus contribuciones nacionalmente determinadas en el Acuerdo de París: restaura 15 millones de hectáreas de pastizales degradados hasta 2030 y, en el mismo plazo, implantar 5 millones de hectáreas de sistemas integrados de cultivo-pecuaria-bosque. Esta última meta ya se ha cumplido.