Quispillacta es el distrito ubicado en Ayacucho, donde han nacido y viven las mujeres que construyen reservorios para preservar el agua.
A través del conocimiento milenario de la siembra y cosecha de agua, 15 mujeres en Ayacucho (Perú) han logrado preservar este mineral y beneficiar a más de 260 mil personas. El aprendizaje se está trasladando a campesinos en Costa Rica.
Pilar Celi Frías
(twitter:@pilicefri)
Las melodías de Jeanette Rejas Conde parecen ser poderosas. Ella es una joven de 23 años que vive en Quispillacta (Ayacucho). Acompañada del sonido de la quena – instrumento musical utilizado en los Andes – Jeanette canta en quechua y repite Yakumama, ama piñakuychu, sichum pantaykipas pampachaykullaway, Yakumama hampukuy, kutiksmay (agüita no te amargues, si en algo te he fallado por favor perdóname, agua ven, agua vuelve).
“Le cantamos al agua y conversamos con ella”, explica Magdalena Machaca, una de las fundadoras de la Asociación Bartolomé Aripaylla (ABA), y es quien lidera una visita a la laguna de Qinwakucho en Ayacucho (Perú). “Somos naturaleza, somos parte de ella. Por medio de la música hablamos de nuestros sentimientos con el agua”, sostiene Magdalena.
Pareciera que el ecosistema de Qinwakucho se regocija ante las melodías. De pronto, los rayos del sol se hacen más fuertes y cálidos, algunas aves llegan y se posan en la orilla de la laguna – que es especial para las mujeres de la ABA – porque fue construida por ellas. A través de la técnica milenaria y preincaica denominada “siembra y cosecha de agua”, ellas han edificado reservorios para captar el agua de la lluvia, incrementar su infiltración, y aprovecharlas en las épocas de sequía. De esta manera se preserva este mineral, fundamental para la supervivencia humana, y que debe protegerse frente al cambio climático.
El cambio climático en Ayacucho
Como explica Magdalena, fenómenos como El Niño se presentan más intensos y en concordancia con ella, el estudio Identificación de condiciones de riesgos de desastres y vulnerabilidad al cambio climático en la región Ayacucho del Sistema Nacional de Información Ambiental da cuenta que la escasez de lluvia, influencia del cambio climático, afectará las actividades económicas en esta región, así como actividades agrícolas, y también generará mayor sequía.
“El cambio climático es una realidad en Ayacucho. Las precipitaciones son menores y suceden en cualquier momento. En los andes hay mayores problemas relacionados con sequías, inundaciones y huaicos”, añade Dersi Zevallos, responsable de la Superintendencia Nacional de Saneamiento (SUNASS) en Ayacucho.
Desde 1994 las mujeres de la ABA, de la mano con distintas organizaciones, iniciaron el proceso de construcción de reservorios. Se usa arcilla, y se buscan espacios que permitan la captura del mineral. Sin embargo, lo más importante es estar en concordancia con la naturaleza. Esta técnica ha generado una serie de beneficios para la población ayacuchana. A lo largo de los años han construido 121 lagunas, beneficiando a aproximadamente 260 mil personas, quienes pueden acceder al mineral, consumirlo, y usarlo para distintas actividades como riego y agricultura.
Conocimientos andinos milenarios llegan a Costa Rica
“Cuando llegamos a Costa Rica hicimos una ceremonia a la tierra. Igual que en Perú le ofrecimos alimentos, cantos, y enseñamos a construir los reservorios” explica Marcela, hermana de Magdalena, quien viajó la región de Guanacaste junto a otras mujeres. Ellas fueron invitadas por el proyecto Siembra y Cosecha de Agua, que implementa la Asociación para la Investigación y Desarrollo Integral (AIDER), y el Fondo Nacional de Financiamiento Forestal (FONAFIFO), con el financiamiento de la Unión Europea, a través del Programa EUROCLIMA+.
Mujeres y hombres campesinos de Guanacaste conocieron la técnica empleada y la adaptaron a la región costarricense. A la fecha se han construido 5 lagunas, que tienen un almacenamiento de 35.000 metros cúbicos. La transferencia del conocimiento milenario llega en un momento de estrés hídrico para Costa Rica, donde se están realizando una serie de esfuerzos frente al cambio climático. Según explica IAgua, el país centroamericano afrontó en el 2019 la sequía más severa de los últimos 75 años, y una de las causas es el incremento de gases de efecto invernadero.
Gustavo Solano, director binacional del proyecto, ha indicado que a través de la experiencia milenaria las mujeres en Ayacucho y los campesinos en Guanacaste se adaptan al cambio climático, preservan el agua y viven en concordancia con la naturaleza. “Sin las mujeres de la ABA no se hubiesen construido las lagunas, gracias a ellas existe un lugar para almacenar el mineral. La siembra y cosecha de agua es un sistema local barato y con un impacto positivo muy rápido”.
Solano también resalta que el uso de técnicas ancestrales implica de acuerdo con la cosmovisión indígena, el reconocimiento del agua como un ser vivo y por lo tanto está envuelto en una espiritualidad que no existe en Costa Rica. “A través del proyecto, los indígenas de Quispillacta han trasmitido este saber de respeto al agua, el cual ha sido interiorizado en comunidades costarricenses”, resalta.
“Nunca hay que dejar de conversar con el agua, hay que brindarle cariño y mucho entendimiento”, sostiene Magdalena. Este aprendizaje – y aún en medio de la globalización – ha calado en los más jovenes. Jeanette Rejas Conde es prueba de ello. A través de la música, la conservación de los ecosistemas se revaloran las costumbres andinas. Se prioriza el amor por la naturaleza que se manifiesta en la protección del agua, en la celebración por su existencia, en el respeto por sus procesos y en la comprensión por los cambios que afronta.
Las mujeres de la ABA suelen decir que el agua une y genera vínculos y parece que no se equivocan. Los saberes andinos se han trasladado a Costa Rica, y pareciera que, a través de la espiritualidad y los movimientos de este mineral, los conocimientos milenarios, podrían llegar a otros rincones del mundo.
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