Esto implicará construir más edificios cercanos al transporte público y menos estacionamientos, algo que pocos están haciendo.
El 1 de junio, los Alcaldes del Clima de Estados Unidos, una red de más de 300 líderes de ciudades, incluidos los alcaldes de las cinco ciudades más grandes del país, publicaron un compromiso de «adoptar, honrar y respetar los compromisos con los objetivos consagrados en el Acuerdo de París». Las ciudades cumplirían las promesas que Donald Trump había abandonado.
Pero tengo malas noticias para este grupo. ¿Quieren luchar contra el cambio climático? Tendrán que luchar contra los automóviles. En las ciudades más grandes del país, los autos representan alrededor de un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero. A nivel nacional, el transporte es actualmente el mayor contribuyente a las emisiones de carbono.
Y esto todavía se pone peor, al menos desde una perspectiva política. Los alcaldes pueden financiar el transporte, construir carriles exclusivos para autobuses y bicicletas, ponerle fin al estacionamiento gratuito y reformar los códigos de construcción que los requieren (aunque la mayoría no lo requiere). Pero, en última instancia, la única forma de combatir la dependencia estadounidense de los autos es reformar la manera en que construimos y, en particular, evitar los patrones de asentamientos de baja densidad que hacen impracticable o imposible para los estadounidenses ir a cualquier parte sin un auto personal.
Berkeley, California, es un gran estudio de caso. Más de un 90% de los votantes de esta ciudad votaron por Hillary Clinton en noviembre y Jill Stein superó a Donald Trump. Si existe otro sistema político estadounidense con más devoción evidente a la lucha contra el cambio climático, no sé donde hallarlo. La ciudad es el hogar de la Universidad de California y del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley. El alcalde Jesse Arreguín ha prometido presentar un proyecto de ley para obligar a la ciudad a cumplir los compromisos del Acuerdo de París.