(Foto: Flickr de Matthew Solle).
Los impuestos al carbono vienen siendo creados con el propósito de compatibilizar un dinámico crecimiento económico con la preservación del medio ambiente.
Sabemos que el mundo en general ha puesto por fin los ojos en la urgencia de reducir los impactos negativos de nuestras actividades, que traen consigo consecuencias climáticas altamente riesgosas para todos. El cambio climático es hoy más notorio que nunca antes, no sólo por la intensidad de los desastres naturales, sino también por su frecuencia y consecuencias económicas y sociales. La vida diaria de individuos y empresas, genera Gases de Efecto Invernadero (GEI). La suma de estos llama «huella de carbono», puesto que todos los impactos (consumos de energía, combustible, generación de residuos, etc.) se transforman a una misma unidad de medida para poder conseguir una «cifra final» estándar, comparable.
La necesidad de comprometernos todos y a todo nivel en una toma de conciencia y acción, ha impulsado a algunos países, principalmente del grupo de países desarrollados, a implementar desde hace aproximadamente una década impuestos a las emisiones de gases efecto invernadero en las industrias, los cuales se miden en toneladas de dióxido de carbono.
Los consumos de energía son los que representan mayor impacto en las grandes industrias, y si bien cada gobierno determina cuáles sectores serán gravados, los impactos más relevantes provienen del consumo de electricidad y combustible.
Esta nota sintetiza una información de otros medios de comunicación y tiene como objetivo facilitar la labor de los periodistas y líderes de opinión de América Latina en la cobertura del cambio climático. Se sugiere acceder al medio desde el cual se reproduce la noticia para verificar los permisos de uso.