El límite está cerca: 2020. Eso sugiere un reporte preparado, entre otros, por Carbon Tracker, Yale University Climate Action Tracker y el Postdam Institute. Si las emisiones de gases de invernadero continúan creciendo después de ese año, será casi imposible alcanzar las metas de temperatura máxima que persigue el Acuerdo de París.
¿Acuerdo de París? Hace un mes el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo que su país se retiraría porque solo concede ventajas a los países rivales. No cree en el cambio climático como obra humana.
Sin Estados Unidos las metas fijadas en París, como reducciones voluntarias para evitar que la temperatura suba más de 2 °C con respecto a la era preindustrial, ojalá 1,5 °C, parecen imposibles para unos y arduas pero posibles para otros.
Si quedan pocos años, el debate se reabre. ¿Sirve ese acuerdo celebrado con bombos a finales de 2015?
Hay críticos acérrimos. Uno de ellos es Bjorn Lomborg, director del Centro de Consenso Copenhague. Otro, James Hansen, el científico que entonces en la Nasa, reveló con su grupo en 1988 que se estaba presentando un efecto invernadero que atrapaba los gases emitidos, causando con un 99 % de certeza el calentamiento global.
Lomborg dijo desde un comienzo que el Acuerdo no garantizaba mantener la temperatura debajo de 2 °C. Ni con ni sin Estados Unidos se logrará.
Los costos, ha sostenido, son inmensos: los recortes en el uso de combustibles fósiles serán de 1 a 2 billones de dólares al año, fuera de la ayuda de 100.000 millones anuales de los países ricos a los pobres.
Sería imprudente, dijo, seguir el acuerdo sin Estados Unidos, porque los costos serán mucho más elevados, por encima del billón de dólares anuales.
Ese dinero, y todo el esfuerzo, deberían concentrarse mejor en hacer que la energía verde sea competitiva. Si la generación y almacenamiento de las energías solar y eólica fueran más baratas que los fósiles, las emisiones caerían.
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