Foto: Flickr de Francisco Manuel Esteban
Un estudio analiza nacimientos entre 1972 y 2018 en 36 países en desarrollo en África, Asia y América Latina y concluye que el deterioro de los mares afecta a la gestación y causa muertes de neonatos por malnutrición materna.
A más de diez mil kilómetros de tu casa hay una región africana de dónde sale ese pescado que le das a tu hijo cuándo aún no sabe ni qué es ni si le gusta. Normalmente, viene congelado y rebozado en forma de estrella, palito o filete para llamar la atención de los pequeños.
España es el principal socio de exportación de Namibia y en 2018 importó pescado del país africano por un valor de más de 57 millones de euros. Allí faenan barcos de las principales multinacionales españolas del sector, que traen cada año 18.000 toneladas de congelados de merluza, rape, langosta y sardina, entre otros. La exportación de este producto ha ido en aumento en los últimos años.
La sobrepesca ha hecho desaparecer casi dos tercios de las especies marinas desde los años cincuenta y ha cambiado el sector. La pesca en países desarrollados está a la mitad de los niveles de 1980 y los barcos occidentales se han ido desplazando a aguas de países en desarrollo, cuya producción ha incrementado constantemente desde 1990 y ha producido una paradoja: la pesca industrial ha convertido al pescado en un alimento que se come en un continente diferente al de donde se captura, provocando escasez en su lugar de origen. En Namibia, sus ciudadanos solo consumen el 10% de lo que sale de sus aguas.
A esta situación debemos sumar el efecto del cambio climático en los océanos. Estos han absorbido la mayoría del dióxido de carbono y, en buena parte, nos han salvado de las peores consecuencias del calentamiento global. Pero, al hacerlo, ha aumentado la concentración de ácido carbónico.
Desde la revolución industrial, la acidificación del océano se ha incrementado en un 30% y esto tiene un efecto directo en la vida marina. La acidez daña los corales de arrecife que, además de actuar como protección natural de nuestras ciudades (ya erosionadas por el desarrollo inmobiliario costero), son el hogar de distintas especies marinas y una zona importante de pesca.
A su vez, el calentamiento global produce corrientes ascendentes que oxigenan lo más profundo del mar, causando que florezcan, todavía más, las algas que atrapan el oxígeno y dejan sin vida a los peces. En los noventa, en la costa de Benguela de Namibia, un boom de algas mató al 80% de merluzas en una zona y ha dejado las aguas con solo un 10% de oxígeno, haciendo imposible que mucha fauna puedan sobrevivir.
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