Foto: Flickr Juanedc
Para poder proteger a los cedros de la destrucción total, varios grupos libaneses de conservación ambiental están tratando de diversificar su ubicación y extender su población.
Los cedros ancestrales de Líbano han sobrevivido a imperios y a guerras modernas. Caminar entre los cedros en la ladera de una montaña se siente como visitar un territorio de seres primigenios.
Algunos de los árboles más antiguos han vivido aquí durante más de mil años, extendiendo sus singulares ramas horizontales como brazos abiertos y enterrando sus raíces en lo profundo del escarpado terreno de cal. Prosperan en el clima húmedo y frío de este inusual ecosistema del Medio Oriente, con picos montañosos que atrapan las nubes que flotan desde el mar Mediterráneo y resplandecen con nieve invernal.
Sin embargo, después de siglos de actos depredadores por parte de humanos, los cedros de Líbano enfrentan la que es quizá su mayor amenaza: el cambio climático, que podría eliminar la mayoría de los bosques de estos árboles que quedan para el fin de siglo.
Conforme las temperaturas aumentan, el hábitat en el que florecen los cedros se da en altitudes cada vez mayores de las montañas donde suceden los inviernos fríos que necesitan para reproducirse. Aquí en el bosque Barouk, parte de la Reserva de la Biósfera Al Shouf y ubicado al sur de Beirut, no hay muchos lugares a donde puedan subir. Si el clima se calienta, como se prevé suceda debido al aumento continuo de las emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, los académicos advierten que para 2100 los cedros solo podrán prosperar en la punta norte del país, donde las montañas son más altas.
Pero en el norte hay problemas distintos. El bosque de cedros más denso del Líbano, la Reserva Natural de Bosque de Cedros Tannurin, ha perdido más del siete por ciento de sus árboles a causa de plagas de insectos desconocidos antes de 1997. Están vinculados directamente con un clima más caliente y seco.
A lo largo de la historia, los cedros de Líbano han sido tanto apreciados como talados para la construcción de edificios, navíos y templos, entre ellos los del antiguo Egipto o de Jerusalén. Aunque el cambio climático no comenzó el aniquilamiento de los cedros, podría ser el tiro de gracia.
Solo quedan 17 kilómetros cuadrados de cedros diseminados en arboledas, en comparación con los muchos miles de kilómetros cuadrados de las tierras altas del Líbano por donde alguna vez se extendieron los bosques.
El área de cedros más famosa del país, apodada el Bosque de los Cedros de Dios (algunos creen que fue ahí donde Jesús resucitado se apareció ante sus seguidores), fue cercada para su preservación en 1876.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) designó hace veinte años a este bosque como patrimonio mundial. Este bosque está aislado y su posibilidad de expansión es limitada. Ahora, la Unesco dice que es uno de los lugares más vulnerables al cambio climático.
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