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El sur de Chile, un laboratorio natural para frenar el cambio climático

Punta Arenas funciona como el punto de conexión entre la parte más austral de Suramérica y la Antártida, uno de los territorios mejor conservados del planeta.

Patricia Nieto Mariño

El final de la costanera del estrecho de Magallanes, al extremo sur de Chile, era a mediados del siglo XIX un punto señalado en la cartografía de los colonos británicos para ubicar con facilidad el anhelado «Río de Minas», bautizado por su cercanía a los codiciados yacimientos de carbón.

En aquel entonces, ese mineral —al que hoy se achaca en gran parte el cambio climático—, era celebrado por los marineros europeos como un auténtico tesoro para calentarse en el helado clima austral.

Con el transcurso de los años y gracias a la minería, creció en ese lugar la actual ciudad de Punta Arenas.

Paradójicamente, el retazo final del continente americano ha logrado resignificarse y es a día de hoy el emplazamiento de plantas de hidrógeno verde, sensores que detectan el calentamiento global, el proyecto del primer Centro Antártico Internacional (CAI) y otras iniciativas que hacen del sur de Chile un laboratorio natural para combatir el cambio climático.

«Magallanes es un lugar donde confluyen el pasado, presente y futuro de la investigación científica en temas como el cambio climático, la biodiversidad y la economía sostenible», manifestó a Efe desde Punta Arenas el ministro de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, Andrés Couve.

ECOSISTEMAS ÚNICOS

Darwin, Magallanes y Elcano fueron algunos de los exploradores que se interesaron por la biodiversidad magallánica: cetáceos, pingüinos, pumas y un sinfín de vida microscópica componen el paisaje de esta región, sobre la que científicos de todo el mundo han puesto sus ojos.

Elie Poulin, investigador francés del Instituto Milenio de Biodiversidad de los Ecosistemas Antárticos, explicó a Efe que el océano austral es el lugar «idóneo» para evaluar los efectos del cambio climático.

«Se trata de un ecosistema prístino, el único lugar del mundo sin estresores de la fauna y la flora como la contaminación, la sobreexplotación de suelo o el uso masivo de pesticidas» detalló.

La biodiversidad de Magallanes podría, incluso, servir para anticiparse al calentamiento global, según trata de demostrar una pionera investigación que estudia la única colonia de pingüinos rey del continente, ubicada en Tierra del Fuego, un gran archipiélago al sur de Punta Arenas.

«Magallanes es un experimento geográfico extraordinario donde se juntan el océano Pacífico, el Atlántico y el mar del Sur, pero al mismo tiempo es un lugar muy frágil y susceptible al cambio climático», señaló a Efe la prestigiosa bióloga Valeria Souza, académica de la Universidad Nacional Autónoma de México y líder del estudio.

Su equipo analiza los microbios que habitan entre las plumas de los pingüinos y otras especies animales.

«Estos microorganismos reaccionan antes que los animales a los cambios de temperatura y salinidad. De esta forma, nos avisan de las señales de alarma de cambio climático antes de que el resto los sintamos», dijo.

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