La proliferación de plagas está provocando la muerte masiva de pinos.
Como un incendio sin fuego. La estampa se sucede durante kilómetros. El mismo paisaje devastado, la misma ausencia de fauna. Algún tímido silbido de pájaro rompe el incómodo silencio de un bosque devastado por la muerte de la que los animales han huido. Millones de árboles de Granada y Almería están infectados por una sucesión de plagas masivas favorecidas por el cambio climático. Una auténtica catástrofe medioambiental, sin precedentes en España, donde hay otras zonas afectadas, pero en menores proporciones.
«Mira, ¿ves? Esos árboles están verdes, pero también están condenados a la muerte», repite a cada paso José Ángel Rodríguez, presidente de Proyecto Sierra de Baza, una asociación que lleva dos décadas divulgando las bondades de este paraje granadino, aunque desde hace algo más de un año están volcados en denunciar la situación que atraviesa el parque natural.
Hablan de más de 6 millones –salen las cuentas– de árboles forzados a desaparecer. Están especialmente afectados los pinos de repoblación forestal de los años 60: resineros, silvestres, carrascos, secuoyas… Las coníferas están sucumbiendo como no se había visto antes. No importa si se encuentran en zonas especialmente densas o clareadas, o cuán robusto sea el tronco. De hecho, no pocos ejemplares centenarios se han secado para siempre, como le ocurrió al Pino Nieto, que era el más alto de la provincia de Granada.
Tal catástrofe, enmarcada dentro del proceso conocido como «decaimiento forestal», sólo podía ser causada por el cambio climático. Ha propiciado las continuas embestidas de plagas de procesionarias durante los últimos años, que han sido especialmente secos y calurosos; tanto que la temperatura media ha crecido en 1,5 grados. El debilitamiento de los pinos a causa de las procesionarias ha facilitado que acceda a los árboles otra plaga de cochinillas, la cual, a su vez, ha favorecido la irrupción de una nueva plaga de insectos perforadores.
Estos insectos perforadores, que apenas se conocían en la península, han resultado letales en otras partes del mundo, como Francia o Italia, donde están reconocidos como una especie peligrosa que debe ser tratada. La población de estos perforadores es tal que ha pasado a ser una plaga de primer orden ante la que los pinos están indefensos.
Además del cambio de las condiciones climáticas y la ausencia de tratamientos silvícolas para combatir las plagas, este proceso también está motivado por la propia masa de pinos, plantados durante los años 60. Los expertos no critican la decisión que se tomó en aquel momento, «sus razones tenían», pero advierten de que, en el futuro, habrá que buscar nuevas fórmulas para la flora y diversificar las especies repobladoras.