Se activa en caso de eventos extremos y se recibe el pago sin necesidad de calcular pérdidas.
Resulta descorazonador que el trabajo de un año termine en nada. Pero es aún más dramático cuando el esfuerzo y la inversión en tiempo y dinero de millones de agricultores terminan bajo el agua o llevados por el viento.
Según un estudio de la FAO, entre 2003 y 2013, las inundaciones, sequías y otros desastres causaron el 83 % de las pérdidas de cultivos y ganado en los países en desarrollo. En América Latina, las pérdidas en el sector agrícola durante ese periodo fueron de 11.000 millones de dólares, en su mayoría por los desastres asociados al clima.
Los expertos predicen que los cambios climáticos extremos serán más comunes en el futuro y su impacto en el planeta tendrá repercusiones especialmente drásticas en el sector agrícola y en consecuencia, en la seguridad alimentaria. Un estudio del Banco Mundial revela que, por ejemplo, si las temperaturas suben dos grados centígrados para 2050, las cosechas de soja en Brasil se podrían reducir hasta en un 70% y hasta en un 50% las de trigo.