Nadie sabe cómo será el mundo el día después del COVID-19, pero parece crecer la tendencia hacia una mayor toma de conciencia. Análisis de los posibles escenarios jurídicos y financieros por no cuidar el planeta.
“¿Cómo sería el día después del COVID-19? ¿Cuáles serán las oportunidades?”. Con estas preguntas, comenzó su presentación sobre riesgo social, legal y financiero ligado al cambio climático el experto en finanzas verdes Rodolfo Tarraubella, principal orador del último webinar organizado por la Fundación Criteria y la Universidad del CEMA.
En esta ocasión, Mauricio Fernández Funes, director ejecutivo de la Fundación, compartió su fuerte creencia en que, con la colaboración de todos los actores, podremos salir de esta circunstancia tan compleja que plantea la pandemia. Sin embargo, también alertó sobre la importancia de no perder de vista el grave deterioro de nuestro planeta. “No debemos dejar que se muevan del tope de la agenda los problemas medioambientales”, advirtió.
Para Tarraubella, la mitigación del cambio climático ha ido ganando espacio en los reclamos colectivos hasta, finalmente, llegar a 2015. De acuerdo con el fundador de la iniciativa de desarrollo de bonos verdes y financiamiento climático en Argentina, ese año constituyó un momento bisagra: “En 2015, Laudato Si’ (la segunda encíclica del papa Francisco) se nos advirtió sobre el cuidado de la casa común en un alegato acerca de una acción mundial rápida y unificada para combatir la degradación ambiental y el cambio climático. Además, también se firmó la Agenda 2030, que dio lugar a los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y a la financiación de los flujos de fondo orientados a proyectos que cristalicen estas metas”. Como explica el experto en finanzas verdes, esos objetivos cambiaron la concepción del desarrollo sostenible, que ya no será más exclusivamente ambiental, sino que también tendrá una arista social. Los ODS buscarán desterrar el hambre y la pobreza del mundo, combatiendo la desigualdad y protegiendo el planeta.
Finalmente, sostiene, en diciembre de ese año, 195 países acordaron buscar la reducción de la temperatura de la Tierra y se abordaron temas vinculados a la mitigación, adaptación y resiliencia al cambio climático.
Dos años después de aquel hito, apareció en escena la joven activista Greta Thunberg, que, como describe Tarraubella, logró cuestionar a los líderes mundiales con “un grito de indignación, visceral e instintivo”. Según él, el pedido de Greta representó a la humanidad y a la ciencia, cuyas últimas investigaciones advertían sobre la necesidad de hacer algo con respecto al cambio climático, pero que no lograban generar el impacto necesario. “Ella marca la diferencia con su grito, que se escucha, y el de los científicos, que no logra tener eco. En su rostro, está la emoción de la indignación. Finalmente, el sujeto va a aprender cuándo hay emoción de la mano de la cognición”, concluyó.
“Justicia climática”, el concepto del futuro
En el evento, Tarraubella adelantó una tendencia mundial: los juicios a las petroleras por su impacto ambiental. Además, según el, la llegada de las regulaciones socioambientales marcan “un direccionamiento de las finanzas, porque ya no se costearán proyectos que no sean sostenibles”. Además, explicó que se comenzará a ponerle un valor al servicio que “la naturaleza le da al hombre por su capacidad productiva”.