El acuerdo, impulsado por Suez, cuenta con la española Gas Natural Fenosa.
Definir la ruta más allá de 2015, concretando metas e instrumentos ambiciosos y persistiendo en la lucha contra el cambio climático, no es sencillo. Y 15 días de intensos debates y negociaciones en París han generado un acuerdo universal prometedor para atajar el calentamiento global, pero no tan concreto ni vinculante como se esperaba, y que, tras la satisfacción inicial de haber puesto de acuerdo a 195 países de todo el mundo, deja un sabor agridulce.
El acuerdo final de París, calificado de histórico, reconoce la necesidad de dar una respuesta progresiva y eficaz a la amenaza apremiante del cambio climático, sobre la base de los mejores conocimientos científicos disponibles; pone en marcha instrumentos de financiación para el «desarrollo sostenible», como un fondo climático de 100.000 millones de dólares que los países desarrollados movilizarán a partir del año 2020, y establece una primera valoración para saber dónde estamos en 2019 y una primera revisión en 2020. Pero diluye las metas concretas de reducción de emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.
Del texto inicial se han eliminado las opciones que fijaban para 2050 recortes de entre el 40 y el 95% de las emisiones respecto a 2010. Ahora, se apuesta por una fórmula más difusa: lograr la «neutralidad de las emisiones en la segunda mitad del siglo». Igualmente renuncia a hablar de «neutralidad de carbono», como sí hacía en el último borrador, y de «descarbonización de la economía».
Valor empresarial en riesgo
Probablemente, por vislumbrar esa inconcreción y generalidad en las metas y los plazos en el ámbito interestatal, y conscientes de que el valor empresarial en riesgo aumenta clara y progresivamente a la par que lo hacen la temperatura y la escasez de agua, 32 multinacionales lideradas por Suez se adelantaron al acuerdo de París y lanzaron la Alianza Empresarial para el Agua y el Cambio Climático. Las firmantes se comprometen a identificar, analizar y comunicar los riesgos relacionados con el agua e implementar estrategias de respuesta colaborativas; a medir los impactos sobre el agua en las cadenas de valor corporativas siguiendo métodos estandarizados; y a reducir los impactos sobre la disponibilidad y la calidad del agua en sus procesos productivos.
No es una visión social del problema, es una visión de negocio. El sector privado considera la preservación del agua potable como un elemento fundamental.