(Foto: Flickr de Andrew Davies)
El Instituto de Oceanografía de Skidaway, en Estados Unidos, ha investigado cómo el carbono antiguo, encerrado en el permafrost ártico durante miles de años, está siendo ahora transformado en dióxido de carbono y liberado a la atmósfera.
Aunque la mayor parte de la preocupación por el aumento de los niveles de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera está motivada por las emisiones derivadas de actividades humanas, el propio calentamiento global puede ser una seria amenaza adicional, al derretir suelos que han permanecido congelados durante mucho tiempo y cuyo hielo mantenía atrapado al carbono.
El equipo de Aron Stubbins, del Instituto de Oceanografía de Skidaway, dependiente de la Universidad de Georgia en Estados Unidos, ha investigado cómo el carbono antiguo, encerrado en el permafrost ártico durante miles de años, está siendo ahora transformado en dióxido de carbono y liberado a la atmósfera.
A grandes rasgos, el permafrost es hielo mezclado con partículas minerales, y forma una capa bajo la superficie, quedando lo bastante resguardada de los rayos del Sol como para que buena parte del material permanezca congelado de manera ininterrumpida durante miles o incluso millones de años.
En condiciones normales, tan solo la capa superficial se deshiela durante el verano ártico. La materia orgánica, rica en carbono, que está atrapada más abajo en el permafrost, queda libre cuando este se acaba derritiendo ante un aumento inusual y persistente de las temperaturas. Esta liberación puede acarrear la emisión masiva a la atmósfera de gases con efecto invernadero.
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