(Foto: Flickr Proyecto Agua)
Una revisión de estudios demuestra que animales y plantas desarrollan mutaciones genéticas, cambios en la forma o patrones de conducta.
La pulga de agua depende de la temperatura como pocos animales. Este pequeño crustáceo no se reproduce mediante la unión del óvulo y el gameto masculino. Las células sexuales femeninas se desarrollan sin ser fecundadas. Este mecanismo de reproducción asexual llamado partenogénesis se inicia por una señal ambiental o química. En el caso de las pulgas de agua es el calor ambiental. Durante los meses cálidos, se reproduce más y las crías son hembras. En invierno, nacen menos y son machos. Por eso los científicos que estudian el cambio climático la están usando como los mineros usaban a los canarios en las minas.
«Combinando numerosas técnicas de investigación, tanto de campo como en el laboratorio, ya tenemos una visión completa de la amplitud de impactos que está teniendo el cambio climático sobre estos animales», dice en un correo el biólogo de la Universidad de Florida, Brett Scheffers. «Ahora sabemos que el cambio climático está afectando su genética, su fisiología, su distribución y las comunidades de las que forma parte. Este ejemplo ofrece la prueba más completa de cómo el cambio climático puede alterar todos los procesos que rigen la vida del planeta», añade.
Junto a una veintena de científicos de otras tantas universidades, Scheffers ha revisado toda la literatura científica sobre el impacto del cambio climático en animales y plantas publicada en los últimos años. Buscaron estudios en todos los niveles, desde mutaciones en los genes de una especie, hasta el estrés en todo un ecosistema, pasando por cambios en el tamaño y la forma o la distribución geográfica de las especies. Identificaron así casi un centenar de procesos ecológicos. Según publican en Science, desde lo micro a lo macro, el 80% de esos procesos ya se están viendo alterados por el calentamiento global.
«Los genes están cambiando, la tolerancia a las altas temperaturas está cambiando y rasgos físicos como el tamaño corporal o el color están cambiando», comenta Scheffers. En el caso de la pulga de agua, las de latitudes más frías han desarrollado una mayor tolerancia térmica en apenas unas decenas de años. A mayor escala, «las especies están cambiando su rango geográfico y estamos viendo claros signos de que ecosistemas enteros están sufriendo estrés», añade este biólogo especializado en cambio climático.
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