«Con la pandemia no se sabe muy bien cómo es que cambiará el mundo, pero si la temperatura del planeta supera los 02 grados, este definitivamente será otro planeta y otra civilización», sentencia.
Siendo uno de los columnistas más leídos de habla hispana, el autor de El Fin del Poder -el mejor libro del 2013 según The Washington Post y que popularizó la hoy ya famosa sentencia de que en el siglo XXI “el poder es cada vez más fácil de obtener, más difícil de usar y más fácil de perder”- sabe que sus textos que aparecen periódicamente en diarios como El País de España, dejan a muy pocos indiferentes. A quienes coinciden con su opinión y a quienes no.
Moisés Naím no es necesariamente un columnista polemista, ni polémico o controvertido, más bien es un examinador, un relojero que va mirando cómo cada uno de los engranajes, por más pequeños que sean, se disponen en conjunto para echar a correr la máquina. Desde ahí es que ausculta y se hace conocedor del mecanismo. Y eso, no cae bien a quienes buscan esconderlo.
En una de sus recientes columnas El memorando secreto a Trump, Naím despliega toda su mordacidad para ventilar las artimañas con las cuales el presidente de Estados Unidos busca la reelección. Pero no lo hace desde la crítica feroz, sino que lo hace dentro de la piel de un fanático feroz, que le celebra todo y justifica sus acciones, por más escandalosas que estas sean.
A fines de esta semana, el ganador del Premio Ortega y Gasset -uno de los más prestigiosos del periodismo en el mundo- estuvo en Chile, pero como suele hacerse ahora, de modo online, conectado desde su casa, para reflexionar sobre las amenazas y las crisis que afectan al mundo y que estaban aquí desde antes del coronavirus y seguirán estando cuando la pandemia desaparezca.
Los tres patrones
Invitado por Azerta Comunicaciones con el respaldo de El Mostrador, Naím advierte como primera lección que, como en todas las grandes crisis, la reacción de los gobiernos siempre es la más importante, porque «trae más consecuencias, toca más vidas y transforma más empresas y gobiernos que el disparador de la crisis”. La segunda, señala, es la sobrevaloración del impacto.
«Es muy interesante ver que, en los titulares y los análisis de las crisis en los momentos máximos, siempre hay la noción de que esto cambió el mundo para siempre y eso no es así, aunque por supuesto que las grandes crisis han transformado cosas, han impactado y tenido consecuencias, pero para la gran mayoría de la humanidad el 11 de septiembre en Estados Unidos no les cambió la vida de manera fundamental. Vamos a ver qué sucede con el coronavirus, pero en principio hasta lo que hemos visto con las crisis anteriores, hay una sobre estimación de las consecuencias permanentes y de la transformación irreversible e inédita de lo que conocemos”.
El tercer patrón que identifica es que nada resulta ser como parece, de modo que muchas cosas que se creían permanentes, se revelan como transitorias y las «cosas que pensamos transitorias, resultaron permanentes». «Yo creo que en el caso del coronavirus ya estamos empezando a ver una que es el teletrabajo, la gente trabajando desde la casa”.
“No quiero decir que cuando terminen las precauciones de protección que requiere la pandemia, todo el mundo se va a quedar trabajando desde la casa, pero no dudo que un porcentaje mayor de empleos que antes se hacían en lugares corporativos en oficinas de las empresas ahora van a ocurrir en las casas de las personas y van a haber todo tipo de arreglos estructuras organizacionales, modelos de negocios, relaciones interpersonales que se afectarán por esto”.
El cambio climático, la gran amenaza
La amenaza más evidente que estaba antes del coronavirus es la del cambio climático. “El cambio climático sigue siendo un problema, aunque la pandemia nos distrae sobren conversaciones sobre esto y también requiere recursos fiscales que pudieran haber sido destinado al cambio climático en el pasado”, observa Naím.
Como se sabe, «si la temperatura del planeta aumenta sobre los o2 grados centígrados, nuestros modos de vida y la civilización, como la conocemos, va a cambiar radicalmente». En este punto, el autor hace una comparación relevante con la pandemia, en el sentido que «nadie está diciendo que el coronavirus, por ahora, va a transformar la vida de toda la humanidad de manera permanente», en cambio en el tema del calentamiento global, que lleva consigo el cambio climático, los expertos sí han insistido «que si eso ocurre, si se pasa de los 2 grados centígrados, es otro planeta y es otra civilización”.
“Las tendencias están claras, ya que hay eventos climáticos catastróficos que son más frecuentes, más intensos y costosos en términos de fatalidades y dinero y América Latina es de las regiones más expuestas del mundo en estos sentidos. Hay un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo que así lo confirma. Hay varias razones, por ejemplo, la geografía es una, el grado de urbanización otra, ya que América Latina es una de las regiones más urbanizadas del mundo y la urbanización tiene que ver con eso, sobre todo hace vulnerables a las sociedades cuando están combinadas con altos niveles de corrupción”.
El mensaje central, en este punto, advierte Naím es que «es posible que la pandemia del coronavirus pueda ser un ensayo general para un evento climático y que va a requerir reacciones de la humanidad que son muchísimo más exigentes de lo que estamos viendo ahora con el coronavirus”.