La relación entre la carne y el calentamiento global, y cualquier polémica al respecto, aparece como un símil adecuado para saber cómo queremos enfrentar la verdad de unos datos cada vez más alarmantes
La canción titulada “Humo” (2002), de José Ignacio García Lapido, compositor, guitarrista y miembro de la banda granadina 091, decía lo siguiente:
“Mira la Verdad; se está haciendo a fuego lento
Sé que la gente le echa azúcar hasta que les sabe bien
A ti y a mí nos gusta cruda, aunque dura de roer…”
La interpretación de la letra de las canciones es libre, por lo que plantea un ejercicio de imaginación para identificar estas líneas con la realidad del cambio climático. Pensemos primero en la historia reciente de la humanidad en la que progresivamente, a fuego lento, nuestras emisiones de gases de efecto invernadero han constituido una Verdad, incomoda, tal y como explicaba en su momento Al Gore.
Edulcorar u obviar esa realidad no nos ha costado mucho como sociedad:
– ya fuera por nuestra propia capacidad de disociarnos, de desconectarnos psicológicamente de un problema visto a largo plazo
– debido a nuestra dependencia, bienestar y progreso basada en el consumo de combustibles fósiles
– por la incidencia de la propia industria de los combustibles fósiles que en las últimas décadas han invertido grandes cantidades en combatir y negar la ciencia del cambio climático
– o por estructuras políticas como la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), con iniciativas como el Protocolo de Kioto o el Acuerdo de París, que resultan claramente insuficientes ante la magnitud del problema, pero ofrecen una falsa imagen de movilización de la sociedad global
Pero solo con conocer las principales conclusiones de los informes del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), observamos que la verdad cada vez se presenta “más cruda y dura de roer”, Se espera que en las próximas semanas se publique, por parte de este organismo, el sexto informe de evaluación, en lo referente al Grupo de Trabajo I (WGI), que examina la ciencia física que sustenta el cambio climático pasado, presente y futuro.
La filtración de un informe técnico preliminar nos pone en alerta sobre unos datos que apuntan a ser demoledores: una revisión al alza de las emisiones de gases de efecto invernadero, duplicándose los niveles de dióxido de carbono en la atmosfera; nuevas proyecciones en los cambios de temperatura y aumento de nivel del mar hasta 2100; mayores probabilidades de eventos climáticos extremos, como olas de calor o fuertes precipitaciones; la inclusión de escenarios de derretimiento de Groenlandia y partes de la Antártida; y, en definitiva, el informe comunica que estamos camino de sobrepasar el límite en el aumento de la temperatura promedio global de 1.5ºC del acuerdo de París, y dirigirnos a un escenario cercano al aumento de 2ºC.
En resumen, cada vez estamos más abocados a vivir, nosotros, nuestra propia generación, una catástrofe inimaginable e inabarcable para la Humanidad y la vida en nuestro planeta. Recordemos que los informes del IPCC son síntesis de literatura revisada por pares, esto es, los resultados no son sorprendentes ya que existían previamente. Sin embargo, la visión de conjunto de los mismos es tan poderosa y contundente que resulta cada vez más difícil modelar un mensaje manejable para políticos y sociedad. La cuestión que se propone a tal respecto es si debemos utilizar palabras tan gruesas, tan crudas, para explicar esta realidad y nuestro propio (no) futuro como civilización.
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